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Los oficios dieciocheros que se niegan a desaparecer

Fiestas patrias. El trabajo de un espuelero, un zapatero y un fabricante de volantines, ya no es el mismo que en décadas pasadas, donde los pedidos abundaban.

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Casi como una tradición, en cada septiembre, los oficios propios de este mes, se visten de gala. Antiguamente las ventas aumentaban considerablemente y los trabajadores no daban tregua a la gran cantidad de pedidos que a diario llegaban a sus mostradores.

De esto queda poco, ya que cada vez se han ido perdiendo los oficios dado que la modernidad ocupó sus lugares, reemplazando la artesanía manual por los artículos plásticos, que son más baratos y de menor calidad.

El espuelero

Un fogón, un yunque, un gran martillo y un hombre cansado esperando tener un poco más de fuerza en sus brazos, para nuevamente recomenzar la tarea de dar forma a una espuela. La habitación tiene rastros de años de trabajo, cansancio extremo, que se pone a prueba cada septiembre cuando su oficio cobra vida y los encargos llegan de todas partes.

'Es una labor agotadora, pero vale la pena dar una vuelta y seguir en esto. No se puede perder la tradición familiar, la verdad es que no me lo permitiría', comentó Cristian Santana, último miembro de la familia de espueleros.

Los pasajes de la población Rosita O'Higgins guardan los años de esfuerzo de la prestigiosa familia Santana, quienes son reconocidos por trabajar el fierro fundido transformándolos en verdaderas obras de arte las que han traspasado las fronteras llegando a Europa y Sudamérica.

'Desde chico me crié en este taller, desde los ocho años que sé cómo se hacen las espuelas, luego trabajaba y estudiaba, me llamaba la atención porque es una herencia familiar que viene de mis bisabuelos y mis tíos así que se sigue con la tradición. Me gusta la fundición', agregó Cristian Santana.

Al parecer el apellido Santana se precia de tener un gran prestigio en este noble oficio, ya que en Santiago, en la comuna de Recoleta, Mario Santana también trabaja forjando el hierro, y aseguró que su abuelo aprendió de manos del padre de Ramón Vinay el arte de la espuelería.

El sonido que entrega cada parte de la espuela (la rodaja, el pidueño y el asta) es único para la familia Santana y es parte del sello que se entrega. A manos de Antonio Vodanovic, Felipe Camiroaga y Augusto Pinochet, han llegado los artículos de esta reconocida familia, quienes hoy trabajan, al igual que desde que comenzaron, en el taller que está instalado en el patio de su casa.

'En septiembre es donde más se ve el trabajo y el resto del año se mantiene. Uno trabaja desde las 9 a las 6 de la tarde y como está en la casa no se siente mucho. Uno puede demorar tres a cuatro horas hacer una espuela si es que se está fundida, sino uno demora como tres días', agregó Cristian Santana.

A las pailas

'Se fue cortao', 'se fue a las pailas', 'dale hilo', son algunas de las frases típicas que usan los amantes de los volantines. Una tradición que también está ad portas de desaparecer.

José Fuentealba (77), dejó en el verano los palillos preparados para septiembre. Las varillas fueron prolijamente limpiadas, para luego pegarlas con 'neoprén' en el papel volantín. Todo listo y dispuesto, salvo que José decidió que ya no fabricará más volantines.

'Pensé que podría hacerlos pero ya no vale la pena. Hoy a estas alturas de la vida transitoria y febril ya no se venden tanto. Es triste ver como todo lo tradicional se va perdiendo y las varillas se quedarán a un lado, porque además mi salud está muy mala', comentó José.

Los más de 30 años de experiencia se fueron a las pailas, fue el resumen de José, al hacer, el recuento de las horas de trabajo que pasó en su taller cada primaveral septiembre.

'La edad mía ya no me garantiza trabajar tanto. Me quedaron las manos delicadas y el amor al dinero es la raíz de todos los males. Antes sí que se vendían, lo más que vendí fueron 500 mil pesos, pero años atrás cuando esa cantidad era mucha plata', evocó José.

Grandes, chicos, medianos, con o sin cola o al porte del cliente, se fabricaban los volantines, en el taller de José Fuentealba. Todo de primera calidad, con papel de colores vivos y varillas escogidas cuidadosamente para que el volantín no quedara contrapesado o chupete, cuando era braceado por los niños y adultos.

'Me acuerdo de unas pavas que hacía muy lindas y grandes, ya eso no se ve. Los niños tienen otros juegos de entretención y se pierde el juego al emboque al trompo, todo eso está pasando al sueño del olvido, de la vida trágica', reflexionó José mientras se ríe a carcajada.

Al taller de José llegaban los niños del sector a comprar el volantín más sencillo. En ese mismo lugar le colocaban los tirantes y con el secreto, de colocarle un nudo a cada lado del cometa, salían a elevar el volantín perfecto.

'Era muy entretenido y a la vez gratificante, el hacer volantines, porque los niños se divertían con poco y uno veía como le colocaban nudos o cola para que no quedara chupete. Ahora mi hijo hace de vez en cuando volantines, pero no era como yo. Le di los palillos a él y tengo papeles para que haga unos cuantos, porque yo me retiré', remató José Fuentealba.

zapatero remendón

'Los zapatos chinos tienen la culpa', pregonó Alonso Jiménez tras constatar que en casi tres años, el negocio de fabricar zapatos de huasos, se va a pique.

Son esos que sacan polvo en el zapateo de la cueca, aquellos que con su lustre dejan emperifollado al huaso más gañán, aquellos que no dan ganas de sacárselos. Esos son los zapatos que por 60 años ha fabricado don Alonso.

'Ya queda poco de esa tradición, ya no se ve cuando uno estaba con ocho maestros cosiendo botines y sin dar abasto para tanto pedido. Ahora pasan semanas y no mandan hacer y sigo haciendo zapatos, porque lo llevo en la sangre y los voy colgando cerca de la vitrina o en alguna pared, para no perder la costumbre del oficio', sentenció Alonso.

La pérdida de la costura a mano del botín de huaso, también se debe a que este particular calzado, ahora solo es usado en septiembre.

'Antes se hacían más botas, porque la tradición está quedando atrás, ya que las personas más interesadas se ponen de vez en cuando el botín, para septiembre y con suerte, antes se usaba todo el año y el zapato duraba mucho más', recalcó el zapatero.

Para que el botín calce a la perfección, primero se corta el cuero con la forma y talla que tendrá el zapato y luego se manda al aparado, donde éste toma.

'El zapato que era hecho a mano, con badana, con cuero de primera y eso fue quedando atrás por que fue quedando el zapato hecho rápido, con goma preparada y actualmente el zapato de huaso es sintético. El botín se ocupa para salir, para las paradas y las fiestas, así que es poco lo que se manda a hacer, solo para las fiestas el 18 de septiembre', dijo Alfonso.

la modernidad

A la hora de buscar respuestas de por qué las tradiciones van quedando de lado, el historiador Alejandro Witker, explicó que 'creo que esto se debe al cambio de la sociedad. Todo tiene que ver con una sociedad agraria y la agricultura cambió. Es una agricultura moderna, hoy se necesitan menos espuelas y se requieren mas instrumentos modernos como maquinaria, computadores, etc'.

Estos oficios, que por lo general son heredados de padres a hijos, hoy se observan cada vez menos, en gran medida porque se ha perdido el valor utilitario de las artesanías.

'La modernidad ha generado este declive. La artesanía tradicional, su principal mercado es el turismo, como lo son a través de los souvenir, los recuerdos. Es solo cosa de comparar la cantidad de monturas que los talabarteros hacían antes versus lo que hoy hacen. Los huasos andan en cuatro por cuatro y no a caballo y son en los rodeos donde andan a caballo', precisó Witker.

Si bien para el historiador las cosas difícilmente desaparecen absolutamente, manifestó que 'creo que éstas van quedando como expresiones folclóricas y turísticas'.

'La modernidad ha generado este declive. La artesanía tradicional, su principal mercado es el turismo, como lo son a través de los souvenir, los recuerdos. Es solo cosa de comparar la cantidad de monturas que los talabarteros hacían antes versus lo que hoy hacen'.

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