El derecho a la educación de Malala
La adolescente paquistaní Malala Yousafzai se ha hecho merecedora del Premio Nobel de la Paz 2014 junto al presidente de la ONG Marcha Global contra el Trabajo Infantil, Kailash Satyarthi (India). Digno de reconocimiento es el caso de Malala, quien siendo una niña de 12 años fue víctima de un atentado (octubre 9 de 2012) llevado a cabo por talibanes, por defender el derecho a la educación de las niñas de su país. Las escuelas habían sido cerradas por los talibanes y ella alzó su voz al mundo para llamar la atención de las organizaciones internacionales y evitar que les fuera negado el derecho a educarse. Que duda cabe: la educación es un derecho humano universal, y tal como ha sido reconocido por todas las naciones del mundo, ese derecho emana de la condición natural del hombre de ser imperfecto al nacer, pero que sólo a través de la educación puede alcanzar plenitud en su ser y, en consecuencia, perfeccionar su obrar personal. La educación genuina, humanista y que tiene como base a la persona humana, hace mejores a los seres humanos, los perfecciona, hace buenas y buenos a quienes la reciben cuando es formación, y no cuando está al servicio de doctrinas o ideologías sectarias, clasistas o cuando está enfocada en la conservación de privilegios consuetudinarios. Apenas una niña, Malala luchó por hacer posible el derecho de todos los niños del mundo, y no sólo de su país, a recibir una educación adecuada a sus edades, particularidades culturales y circunstancias de vida. Sin embargo, como suele suceder en muchas partes, incluido Chile, grupos ideológicos luchan por sus propios intereses, sus propias convicciones y utilizan a niños y familias en conservar sus privilegios. Malala, al igual que la niña Natalia López en México, lucha porque los niños vayan a las escuelas a aprender valores, sin que tengan impedimentos de ningún tipo para desarrollarse integralmente. Debemos obtener una lección del ejemplo de Malala y del reconocimiento que otorgan a una adolescente que, como muchos otros jóvenes, luchan hoy por un mundo más justo y solidario, por una sociedad inclusiva e integrada, por un mundo que no esté dominado por el 'tener más', ni quienes tienen sólo su 'dignidad de ser' sean sometidos por el dinero y el crédito