Aires navideños
Es curioso cómo, al llegar al final de cada año, nos comienza a invadir ese aire navideño que nos envuelve y nos repleta de buenas intenciones. La solidaridad aflora por los poros y nos sentimos en la obligación de realizar buenas acciones en beneficio de los demás.
Por esta razón, la Teletón surge como un verdadero hito de la solidaridad humana. Todo el mundo se echa a la calle para realizar alguna acción que vaya en la dirección de recaudar fondos, y así poder alcanzar las metas propuestas en la Teletón. Y nos aprestamos a participar de cualquier manera, todos empujando hacia el mismo lado, todos subidos en el carro de la solidaridad.
¿Sabemos por qué? ¿Acaso la atención médica no es tarea del Estado? ¿Acaso la salud no es un derecho de los ciudadanos? Las preguntas lacerantes no intentan poner en duda la existencia de la Teletón, sino que ponen en tela de juicio los programas de quienes nos gobiernan. Una de las obligaciones del Estado es la de dotar de salud a sus ciudadanos. Eso significa que la atención sanitaria de quienes la necesitan debe ser amplia, igualitaria, gratuita y de calidad.
Cuando eso ocurra, las campañas Teletón o de cualquier otra índole tendrán como norte el desarrollar el sentimiento solidario de los ciudadanos. Abrir la mente a esta sociedad individualista, personalista y competitiva. Y orientarla hacia la generosidad colectiva, potenciar el ser social por sobre el individual, extender los brazos para el bien común y buscar la construcción de grupos humanos en equidad, en similitud de oportunidades y derribar las barreras de la desigualdad.
Llegamos a fin de año y nos sometemos a nuestro balance particular. Nos miramos en el espejo de la vida y nos comienza a invadir un leve sentimiento de culpabilidad por no haber sido lo suficientemente autocríticos, por no haber practicado en forma concreta la solidaridad, por no haber generado acciones conjuntas con otros, en beneficio de aquellos que más lo necesitan.
Pero no es la hora de las culpabilidades, sino la de las promesas para recobrar la humanidad que nos debe guiar. Es el momento de la reflexión positiva, pensando en que nos queda mucho por andar y más aún por entregar, por aportar a nuestros vecinos en esta marcha vital.
Es la hora de corregir lo que equivocamos y de potenciar lo que acertamos. Es el momento, en consecuencia, de ser mejores, de transformarnos en aquel ser humano que soñaron quienes nos engendraron. Es el momento de imbuirnos de aquel aire navideño que ya se respira en la ciudad.
Miguel Ángel San Martín,