La Conferencia Episcopal de Chile, frente al actual trámite legislativo del proyecto de ley sobre la reforma educacional, desde sus inicios en la Cámara de Diputados, ha realizado variados aportes, los que continúan ahora en el Senado de la República. Nuestra motivación es el bien de Chile, especialmente de sus niñas, niños y jóvenes. Ellos tienen derecho a una educación de calidad independientemente de donde estudien, y a crecer en un país respetuoso de la pluralidad de proyectos educativos, así como también del esfuerzo y aporte que tanto la educación pública como particular, laica y confesional, han brindado al país. Como Iglesia compartimos la necesidad de construir un sistema más equitativo que favorezca mayores grados de integración e inclusión.
Es preocupante que la actual discusión se haya centrado en la estructura de propiedad de los colegios, la falta de libertad para crear nuevos establecimientos y proyectos educativos, manifestando una creciente inflexibilidad y un exceso de regulaciones innecesarias que amenazan con instalar la sospecha y la desconfianza como el modo ordinario de percibir el servicio de los establecimientos. Por otra parte, nadie puede negar que, en la primera fase de su tramitación, se introdujeron mejoras al proyecto; entre ellas, eliminar la plataforma centralizada de admisión de alumnos y dejar el proceso en manos de los colegios, lo mismo que reconocer que los sostenedores son más que meros administradores de recursos públicos.
Ha llegado la hora de entrar cuanto antes en el importante debate de la calidad de la educación, sobre el hecho educativo en sí mismo y sobre la valoración y formación de los profesores.
En esta segunda fase legislativa, se hace imperiosa en el Senado una reflexión serena, amplia, informada, sin apuros y con el tiempo que sea necesario. Ello permitirá arribar a los grandes acuerdos que hagan posible una reforma educacional de largo aliento, seguida de la necesaria transición serena, ordenada, y en beneficio de la familia chilena.