Cuba y Estados Unidos
Están corriendo ríos de tinta en torno al tema del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. "Es la noticia de la década", me dijo un señor que se lustraba en el Paseo Arauco. "Ya estaba bueno", agregó otro que nos escuchaba. Y ambos tienen razón.Nadie esperaba que se produjera tal acercamiento a estas alturas de la situación. Porque en Cuba se seguía hablando con un lenguaje defensivo/agresivo al referirse a Estados Unidos, calificándolo de imperialista, responsable de un bloqueo criminal e inhumano. Y en Estados Unidos se manipulaba groseramente a quien deseara hacer negocios con Cuba, con el único fin de asfixiar su economía y presionar de esa forma a su pueblo.Nadie se lo esperaba. Menos en el Vaticano, donde el Papa Francisco había puesto su acento en aquella misión de conseguir avanzar en las relaciones entre ambas naciones. Las gestiones del Papa, junto a las que Canadá realizaba subterráneamente, fueron vitales para que el acuerdo floreciera.El pontífice, preocupado por el significado de la vida, pidió priorizar la libración de los nacionales de ambos países que se encontraban presos por razones políticas. Uno de Estados Unidos, que intentó ingresar a la isla un muy sofisticado sistema comunicacional satelital, con fines de agitación propagandista. Y cinco de Cuba, que fueron sorprendidos en acciones calificadas de espionaje. En ambos casos, los gobiernos los mantenían bajo su control, utilizándolos como elementos de presión, en contra del otro.Francisco pidió su inmediata liberación. Y luego, solicitó que avanzaran en el tema de la diplomacia, que es por donde se van a abrir las compuertas de las relaciones. Él mismo, en calidad de líder espiritual de la cristiandad, se puso a trabajar en el esfuerzo de conseguir suavizar, humanizar el diálogo.La noticia es conmovedora. Porque la paz se impone y avanza en este lado del mundo. Porque se terminan los encarcelamientos infamantes. Porque Cuba y Estados Unidos merecen conocerse, respetarse y ayudarse en beneficio de sus propios ciudadanos.No es posible aceptar en el mundo de hoy, que sigan las presiones para doblegar por hambre a todo un pueblo. No es posible la inexistencia de diálogo entre vecinos.
Miguel Ángel San Martín,