Al finalizar el 2014
Este año 2014 tendrá al recordarlo, como cada año, de dulce y de agraz. Como país nos hemos enfrentado a grandes tragedias que han afectado a cientos de nuestras familias. El terremoto del norte así como el gran incendio de Valparaíso, nos recordaron la fragilidad de los seres humanos y nos invitaron una vez más a movilizarnos solidariamente. A dejar de mirar sólo nuestro entorno y a pensar en que las necesidades de otros también son las nuestras, pues de alguna manera también somos responsables de ellas. Nos revelaron las múltiples carencias que sufren muchos de nuestros compatriotas a los cuales el progreso de las últimas décadas no les ha llegado, pero también nos mostraron la bondad de cientos de personas que salieron a ayudar a quienes lo necesitaban.
También será recordado por los grandes debates políticos que desean producir un cambio de alto impacto en nuestra vida nacional. Aquí claramente estará el debate acerca de la reforma educacional, laboral y tributaria, así como la discusión acerca de temas tan sensibles como la despenalización del aborto o el matrimonio "igualitario". Cada uno de estos temas, de alguna forma, también impactarán en nuestros hogares y en algunos casos pudiera ser que ese impacto no nos traiga los resultados que anhelamos. Lo queramos o no estos acontecimientos son los que dibujan nuestro tiempo. Nos ayudan a pensarlo y nos muestran lo que como seres humanos hemos ido construyendo.
Miraremos a nivel internacional los estragos de las guerras, la disputa entre Israel y el pueblo palestino, el conflicto de Ucrania. La masacre sin tregua que está llevando a cabo el grupo terrorista llamado estado islámico. También el desastre sanitario en África producto del ébola.
Al cerrar un ciclo es inevitable pensar en lo que viene, llenarse de esperanzas se transforma en una necesidad básica para mirar el futuro con optimismo. Es ahora el tiempo de ponernos manos a la obra. El tiempo de hacer realidad nuestros pensamientos, de esforzarnos por hacer de nuestro país y por qué no decirlo del mundo entero un espacio más amigable y fraterno. Un gran sacerdote alemán, José Kentenich, hace ya algunos años nos entregó la fórmula perfecta para lograr que el hombre alcance una felicidad orgánica. Para que deje de ser un hombre máquina y se transforme en un hombre orgánico. Ahora es el tiempo, nuestro tiempo de soñar y construir el futuro "con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios". ¡Vamos ahora es el momento!
Paulina Benavente Vargas