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La muerte finalmente alcanzó al cineasta luso Manoel de Oliveira

Gente. El director murió ayer en Oporto a los 106 años, dejando un legado de más de 60 trabajos.
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"Mi mejor regalo de cumpleaños es seguir haciendo películas" aseguraba en 2008 el director de cine portugués Manoel de Oliveira. Cumplía 100 años y la frase se convirtió en una especie de mantra que repetía cada diciembre de los años subsiguientes, y que permite entender la prolífica carrera del realizador que el año pasado estrenó dos cortometrajes: "O Velho do Restelo" y "Chafariz das virtudes".

Y si bien hace años confesó que "me gustaría morir rodando", lo cierto es que finalmente la muerte lo encontró en su casa de Oporto, donde murió ayer a 106 años a consecuencia de un fallo cardíaco, según confirmó su productor Luis Urbano. La pérdida del cineasta -uno de los principales referentes culturales de Portugal junto a José Saramago-, provocó una serie de reacciones en el país europeo tanto del jefe del Estado, Aníbal Cavaco Silva, partidos políticos hasta colegas de profesión.

Primeros años

El 11 de diciembre de 1908 nació Manoel Cándido Pinto de Oliveira en el núcleo de una familia de acaudalados industriales. Si bien primero se capacitó como actor y no tuvo oportunidad de estudiar cine, en 1931 debutó detrás de cámaras con el corto documental de cine mudo "Douro, Faina Fluvial", el primero de una serie de trabajos realizados en este género.

Algo que caracteriza a Manoel de Oliveira es que logró superar con éxito el cambio al cine sonoro -haciendo la primera película hablada de Portugal: "Cancao de Lisboa"-; pasar del blanco y negro al color; y llegar hasta la era digital y el 3D sin perder su esencia: un estilo pausado, caracterizado por planos cuidados y lentos en un intento de establecer una armonía entre la palabra y la imagen.

"Hoy las personas van a ver películas cada vez más apresadas, cada vez con menos atención", se lamentaba en una entrevista que ofreció a la revista especializada francesa "Cahiers du Cinema"; agregando que el público "solo se interesa por los efectos especiales y en los efectos sonoros espectaculares. La proyección ya no es suficiente. La creencia en el cine está muy rebajada".

Casi una década después de haber debutado en el cine, 1942 estrenó su primer largometraje de ficción. Bajo el título "Aniki-Bobo" contó una historia de amor ambientada en el mundo de los niños, que causó gran revuelo en su país natal, ya que en sectores conservadores fue considerado amoral.

La falta de medios y la represión de la dictadura de António de Oliveira Salazar (1933-1974) obligaron al realizador a dedicarse a las carreras de automóviles y a gestionar la empresa familiar. Es así como entre 1942 y 1956 dejaría las cámaras, a las cuales volvería con "O pintor e a cidade", otro corto documental.

Sin embargo, hay muchos especialistas que aseguran que su carrera comenzó en forma definitiva en 1963 con "O acto da primavera", una película de ficciónsobre el calvario de Cristo rodada enteramente con los habitantes de un pequeño pueblo. Esa apreciación se basa en que desde ese momento en adelante nunca dejaría de filmar.

fellini portugués

Su heterogénea y vasta obra supone una continua reflexión sobre el cine del siglo XX y muestra una sensibilidad especial para adaptar obras de escritores y poetas lusos como Eça de Queiroz (1845-1900) o el Padre António Vieira (1608-1697). Su última pieza, "O Velho do Restelo", es ejemplo de ese afán de condensar en una pantalla la profundidad de las obras literarias, ya que en este mediometraje interpreta los textos de los clásicos Luís de Camões y Miguel de Cervantes, y de los portugueses Teixeira de Pascoaes y Camilo Castelo Branco.

Cintas como "Francisca" (1981), "O convento" (1995), "A Divina Comédia" (1991), "No, o la vana gloria de mandar" (1990) y "Un film falado" (2003) son algunas de sus más emblemáticas obras. Su estilo contracorriente de hacer cine atrajo a famosos actores como John Malkovich, Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni.

Con este último hizo "Viaje al comienzo del mundo", filme galardonado en 1997 con el Premio Fipresci de la crítica del Festival de Cannes; y que se convirtió en la última película protagonizada por Mastroianni antes de su muerte. En esta, el actor italiano encarnaba a un envejecido cineasta: el "alter ego" de Oliveira. "Yo coincido con Marcello en que hay que trabajar para olvidar que la muerte acecha", dijo el director luso durante el rodaje sin saber lo proféticas que serían sus palabras.

A pesar de ser un autor de minorías, De Oliveira se ganó la admiración de los circuitos intelectuales de Europa y Brasil y de los principales festivales como Cannes, Venecia y Berlín, en donde obtuvo variados reconocimientos, incluyendo la Palma de Oro honorífica en 2008. "Recibir premios es algo simpático", declaró con malicia en aquella ocasión. La crítica, en tanto, coincide en elogiar la brillantez de su obra, colocándolo a la altura de insignes directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini.

Y aunque alcanzó la fama en Europa y Brasil, para el gran público el realizador luso es casi un desconocido. Al patriarca del cine europeo eso no le preocupaba. "Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aun cuando ello no me reporte beneficios", decía; insistiendo que el éxito y la celebridad no le interesaban, como tampoco el cine comercial: "Yo hago cine de resistencia". Su pasión por el cine se hizo patente en los últimos 25 años, llegando a estrenar un total de 34 producciones. No por nada, pasará a la historia como el cineasta activo más longevo del mundo. Ello, a pesar que la edad ya comenzaba a pasarle la cuenta: "Lo que realmente me agota es estar parado", comentó hace algunos años; aunque para la actriz italiana Claudia Cardinale "su energía era increíble".

Finalmente no pudo seguir luchando contra la naturaleza. Le sobreviven cuatro hijos, y queda pendiente la película que anunció que haría en diciembre pasado, justo cuando cumplió 106 años; mismo mes en que recibió uno de los últimos reconocimientos: la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia, donde era más conocido que en su país natal.

Sin embargo, Portugal lo reconoce en su último momento. El Ayuntamiento de Oporto, ciudad en la que nació y donde residía actualmente, declaró tres días de luto; mientras que el Ejecutivo decretó dos a nivel nacional. "Portugal ha perdido a uno de los mayores exponentes de su cultura contemporánea y que mucho contribuyó al reconocimiento internacional del país", sostuvo Aníbal Cavaco Silva al hacer el anuncio.