Secciones

Vicente Méndez y su labor como Intendente de la provincia

Su legado. Mirado en retrospectiva, el fungir como Intendente de Provincia era un cargo de la máxima responsabilidad, ya que representaba directamente al Presidente de la República, en un tiempo que las comunicaciones más rápidas con la capital estaban dadas tan solo por el telégrafo o el ferrocarril.
E-mail Compartir

El Intendente de Provincia era un cargo público, actualmente inexistente y por lo tanto desconocido, que fue creado según la Constitución de 1833 y que se ratificó en la del año 1925, que establecía que el Gobierno de cada provincia (las que en ese entonces eran 24) en todos los ramos de la administración pública residirían en el Intendente, debiendo ejercerlo de acuerdo a las leyes, órdenes e instrucciones del Presidente de la República, el que lo nombraba eligiéndolo de una terna y de quien era su agente natural e inmediato en esa provincia.

Este cargo constitucionalmente duraba tres años, pero según el trabajo realizado y la compatibilidad política con el Gobierno podía ser reelegido. En el caso de Don Vicente, en tres oportunidades más. También venía a ser el Gobernador del departamento. Esto ocurrió en cuya capital residía, en este caso Chillán, y proponía a los gobernadores departamentales para su nominación por parte del Presidente, que en la provincia de Ñuble eran los de San Carlos, Bulnes y Yungay, según se puede ver en un mapa de la época.

Dependía directamente por ello del Ministro del Interior, con el cual mantenía una constante comunicación a través del telégrafo, correspondencia y ocasionales visitas personales, situación que se puede verificar por los múltiples documentos que hoy se mantienen archivados en gruesos volúmenes del Archivo Nacional que dan cuenta de ello y que ya son parte de nuestra historia nacional.

Este cargo duró ininterrumpidamente hasta el año 1976, año en el que se realizó el proceso de regionalización, reorganizándose el país en 15 regiones descentralizadas, apoyadas por al menos 15 secretarías regionales ministeriales.

Mirado en retrospectiva, es decir hace más de un siglo, se puede apreciar entonces que el cargo de Intendente de Provincia era un cargo de la máxima responsabilidad, ya que representaba directamente al Presidente de la República, en un tiempo que las comunicaciones más rápidas con la capital estaban dadas tan solo por el telégrafo o el ferrocarril, debiendo asumir personalmente en su totalidad todo el trabajo público y administrativo que hoy está delegado en el Intendente Regional y sus más de 15 Seremis, siendo este, por lo tanto, un trabajo agobiante y agotador.

Sus oficinas residían en la Intendencia o cuando esta existía, en la Casa Consistorial, contando con un secretario oficial, el que en su ausencia hacía las veces de Intendente subrogante, y que en ese tiempo era Don Daniel Acuña, de pensamiento liberal.

Intendente "de fábula"

Como dato curioso, existían un par de trámites especiales que se debían realizar haciendo uso de su cargo, los que ya no se realizan y cuyos documentos se encuentran en el Archivo Nacional. Uno de ellos era confeccionar anualmente "La memoria del Intendente", de acuerdo al artículo N° 21 de la Ley de Régimen Interior, informes que eran extensos y muchas veces manuscritos en los que se consignaba al Ministro del Interior los avances, logros, deficiencias, problemas y necesidades de cada provincia.

El otro debían hacerlo como máximos encargados de la Policía provincial, cumpliendo la Ley del 12 de febrero de 1906, concediendo el 1er, 2do, 3er, 4to y 5to "premio de constancia" a los policías de cada gobernación que cumplieran con los requisitos necesarios, los que iban acompañados de un aumento de su sueldo.

Con una nueva forma de trabajo que se diferenciaba de algunos de los sedentarios y tramitadores intendentes que lo precedieron, Don Vicente desde la madrugada recorría todo Chillán montado en su brioso caballo, un caballo "de fábula", según lo recordaría posteriormente Don Tomás Lago, que portaba en su silla también a un intendente dinámico, ejecutivo y perseverante -como nunca se había conocido antes-, verificando en el terreno todos los problemas a resolver y tal como lo caricaturizara en su momento Don Walterio Millar (WAM), cabalgando en su corcel, elegantemente vestido, fumando su infaltable puro.

Además de ser un intendente "en terreno" que supervisaba los problemas de la gente, dedicaba un tiempo para escuchar directamente sus necesidades, ya que solía cruzar desde su despacho para sentarse frente a una mesa y a la sombra de un gran cedro del Líbano, el que aún se conserva en la esquina norponiente de la plaza, llamado "el árbol del Intendente", para darle audiencia y escuchar sus necesidades más apremiantes. Así podemos verlo en una foto de la época haciendo una inspección en el mercado de Chillán, elegantemente vestido, fumando su puro y acompañado de dos supervisores fiscales.

Sus obras en Ñuble

Además de sus dos obras públicas ya mencionadas, como lo fueron la Casa Consistorial y el ferrocarril a El Recinto, trabajó junto los alcaldes de Chillán en la higienización de la ciudad, con el reemplazo de un sistema de agua potable y alcantarillado más moderno, construcción de más puentes, como el de Nahueltoro y el mejoramiento de los caminos. En materia de educación se preocupó personalmente de dotar a de mobiliario a todas las escuelas públicas y mejorar y extender la educación fiscal a mayor cantidad de escolares. Lideró la comisión para la construcción de una población obrera con casas más dignas con luz y agua potable.

En cuanto a salud trabajó a través de la Beneficencia para ampliar y optimizar la atención en el hospital local. Mejoró el cuerpo de policía consiguiendo fondos públicos para ampliar el cuartel y su dotación, logrando así combatir el bandidaje y el abigeato, que en esa época seguía siendo una verdadera plaga para los agricultores. También presidió la comisión provincial encargada de levantar e inaugurar en medio de la plaza de Armas un monumento a O'Higgins según Ley N°2336 del 23 de julio de 1910, con motivo del centenario de la República. Apoyó con fondos públicos y donaciones privadas a las religiosas del Buen Pastor, institución que venía a ser la cárcel de reclusión para mujeres.

Don Vicente también fue reconocido debido por su destacada labor extraordinaria y abnegada por la prensa local. El diario La Discusión señalaba entre sus líneas que: "la zona de Ñuble debe mucho a la actividad incansable y entusiasta del señor Intendente, a quien los periodistas de la capital han llegado a comparar con don Benjamín Vicuña Mackenna y Francisco Echaurren". Por su parte, el diario El Comercio colocaba un artículo conteniendo una foto suya precedida con la frase en latín: "Labor improvus omnia vincit", es decir "El trabajo abnegado siempre vence".