Ahora o nunca
Las noticias que hablan de la FIFA y de la enorme corrupción que subyacía en sus entrañas, nos demuestra que estamos enfrentados a un proceso de descomposición social que no conoce fronteras ni límites.
El vínculo entre dinero y política, nos hace tambalear el sistema democrático que nos rige y que hemos elegido como la mejor norma de convivencia. La mirada larga hacia otras latitudes, donde también se viven procesos similares de descomposición, no sirve como excusa ni como justificación de una realidad que debemos enfrentar.
El comportamiento humano debilitado por el dinero fácil, por los placeres mundanos alejados de la responsabilidad social, va corroyendo al conjunto de la sociedad. Y va destruyendo las fortalezas morales, así como debilitando la ética humana construida sobre la base del crecimiento de la especie.
No somos tremendistas ni agoreros, pero creo que debemos ponernos de pie y hacer valer nuestros derechos de personas honestas y solidarias. Porque en el descrédito de los fundamentos de la convivencia social, está el caldo de cultivo de la decadencia. Y porque la inacción nos hará cómplices de lo que ocurre.
Vivimos momentos preocupantes. Una investigación tan larga como la que han llevado a cabo en Estados Unidos con respecto al mundo del fútbol, sólo nos ha mostrado la punta de un iceberg oscuro y tenebroso que azota al deporte más masivo de la Humanidad. Pero una corrupción que desde hace años se suponía y que debe abarcar un espectro más amplio aún, no ha sido atacada con la decisión que el caso requiere.
Ahora mismo, ni siquiera los investigadores de Estados Unidos saben hasta dónde pueden llegar. Y deben profundizar sin descanso ni complacencias. Porque en aquella organización mundial, al parecer a la gran mayoría de sus dirigentes se "les tocó" con prebendas o con hechos directamente corruptos. Por eso se aseguraban en sus cargos, sin fecha de caducidad.
Si analizamos comparativamente estos hechos del mundo del fútbol y de la política, podremos llegar a la conclusión de que ha llegado la hora de actuar, de salir al paso de lo que sucede, de impulsar el gran "sacudón" que la sociedad reclama. Es limpiar el cajón de la fruta podrida. Es extirpar el mal desde su raíz y adecentar el camino por donde debemos transitar los honestos y los limpios. Desbrozar la senda hacia una sociedad moderna, sin manchas y confiada en que la corrupción no volverá a aparecer.
La lección la debemos aprender con rapidez, porque nuestro futuro no permite más esperas ni admite nuevos tropezones. Es ahora o nunca.
Miguel Ángel San Martín