En América Latina, la extensión agrícola está de vuelta. Después de su gran debilitamiento durante los años 80 y 90, los países de esta parte del continente están rearticulando sus programas de extensión. En Chile, si bien desde el regreso de la democracia la extensión orientada a la agricultura campesina se fue fortaleciendo, desde la segunda mitad de los años 2000 se implementan algunas iniciativas tendientes a su replanteamiento más sustantivo, las que se están ampliando e intensificando en la actualidad.
El nuevo extensionismo busca rasgos que lo diferencian del anterior: se da en un mundo agrícola y rural más complejo, más articulado con otras actividades productivas, con lo urbano, y más interactivo. También los productores agrícolas hoy son más conscientes de sus derechos y de sus responsabilidades. Los tiempos culturales, económicos y sectoriales de hoy, como es evidente, son muy distintos a aquéllos del "primer extensionismo" de las décadas del 60 y 70 del siglo pasado.
La extensión se vincula al desarrollo, en particular, en el ámbito agrícola y rural. Según Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, el desarrollo es un proceso esencialmente de ampliación de las capacidades, oportunidades y libertades de las personas. La extensión tiene que ver directamente con al menos dos de tales propósitos: la ampliación de las capacidades y de las oportunidades.
Un primer rasgo diferenciador del nuevo extensionismo es su vinculación explícita y directa con la innovación. Aquí, se empieza a hablar de extensión para la innovación. Si esto es así, la innovación le otorga a la extensión de hoy una dinámica interactiva, muy diferente a lo que ocurría en el pasado. La extensión ayuda a que la apropiación social o comercial de lo nuevo ocurra efectivamente, que los nuevos conocimientos, tecnologías y prácticas sean procesados interactivamente con los productores, en algún grado adaptadas por éstos y, finalmente, adoptadas para mejorar la productividad y los ingresos de las actividades productivas.
Una segunda diferencia debiera ser la calidad de los servicios a disposición de los productores. Como en otras políticas públicas, y contrario a la extensión de "primera generación", la calidad es central y no transable. Por ello en el mundo, crecientemente se están evaluando las competencias de los extensionistas y hay mayor atención por los resultados e impactos de la extensión.
Arturo Barrera M.
Profesor Esc. Ingeniería en Agronegocios Universidad Central