Zurita revisa a Zurita: "Espero, en un sueño, ver a mi padre, a quien nunca he visto"
Ha sido un año intenso para el poeta, que está entre la traducción de "La divina comedia" de Dante y "Tu vida rompiéndose", la reciente antología que presentará en la Filsa. Su obra, que alguna vez tuvo que vender para salir de apuros, fue recuperada y llegará a la colección Archivos, de la Universidad de Poitiers. Acá habla de sus libros, de su paso por una clínica psiquiátrica y de la muerte.
"A mí la vida se me ha terminado y ha vuelto a comenzar varias veces", dice Raúl Zurita.
En algún momento, Raúl Zurita (Santiago, 1950) pasó por un período de precariedad económica y tuvo que vender los originales de sus primeros libros y otros archivos. Carlos Alberto Cruz, arquitecto y coleccionista, se quedó con todos los originales de la febril época en que el autor de Purgatorio (1979) se hizo famoso por cegarse los ojos, quemarse la mejilla, publicar Anteparaíso (1982), formar parte del grupo CADA, trazar en los cielos de Nueva York el poema La vida nueva y escribir esa pieza desgarradora titulada Canto a su amor desaparecido (1985). Hoy, sin embargo, esos papeles y documentos tienen un nuevo destino.
A partir de las gestiones de Benoît Santini, académico de la Université du Littoral Côte d'Opale y destacado especialista en la obra del poeta chileno, sus documentos y poemas pudieron rescatarse. ¿El motivo? La publicación de su obra en la prestigiosa colección Archivos de la Universidad de Poitiers, dedicada a salvaguardar y editar los manuscritos de los escritores latinoamericanos más importantes, publicando cuidadas ediciones impresas de sus obras, acompañadas con estudios de investigadores y especialistas.
Integran el catálogo, entre otros, Juan Emar, César Vallejo, José Lezama Lima, Juan Carlos Onetti, Vicente Huidobro y Severo Sarduy. La publicación correspondiente a Raúl Zurita irá acompañada con un CD donde estarán disponibles más de cinco mil imágenes digitalizadas de los trabajos y documentos del autor rescatados por el académico francés.
Con motivo de esta importante publicación, Benoît Santini organizó -entre el 6 y el 8 de octubre- una exposición de la obra visual y escrita, junto con un simposio consagrado a su obra. Participaron alrededor de treinta especialistas provenientes de Argentina, México, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Bélgica, España, Alemania y Chile. Esto se suma al Doctorado Honoris Causa entregado por la Universidad de Alicante (donde plantó una Araucaria) y al nombramiento como profesor emérito en la Universidad Diego Portales, donde se desempeña como profesor de la Escuela de Literatura Creativa.
En las próximas semanas, Zurita recibirá nuevamente el grado de Doctor Honoris Causa, esta vez en su alma mater, la Universidad Técnica Federico Santa María. La distinción irá acompañada con la publicación de un libro con una selección de sus ensayos reunidos.
Intensamente
El 2015 ha sido intenso para el poeta. A comienzos de año reeditó su novela autobiográfica El día más blanco (Literatura Random House), donde cuenta su formación junto a su hermana, su madre y su abuela, que le leía a Dante.
Y como todo en su quehacer está relacionado, este año el poeta avanza en la traducción de La divina comedia de Dante.
Por si fuera poco, acaba de llegar a librerías Tu vida rompiéndose (Lumen), una antología de seiscientas páginas que presentará con un recital en la Filsa el viernes 30 de octubre. El 2016 se publicará en España.
Según Vicente Undurraga, su editor en Penguin Random House, esta obra representa en su unidad y arquitectura el gran legado del autor, "un libro que por su ambición y alcances quedará como una de las obras claves de la poesía escrita en castellano en cualquier época".
Compuesta por las obras Purgatorio, Anteparaíso, El paraíso está vacío, La vida nueva, Inri y el reciente libro Zurita, presenta como novedad la inclusión del Canto a su amor desaparecido y de los olvidados Poemas militantes, publicados el año 2000.
Además el poeta se prepara para un acontecimiento: a fin de año parte a Estados Unidos para dictar, como Robert F. Kennedy Visiting Professor, una cátedra en el David Rockefeller Center for Latin American Studies, de la Universidad de Harvard.
-Su interés por Dante tiene origen en la marcada presencia de su abuela. ¿Qué tanto influye la presencia de La divina comedia en su propia obra?
-Todo lo que tiene que ver con mi abuela y La divina comedia es cierto, pero tiene como base una estructura. Son dos tensiones que cruzan mi obra, una oscilación entre la máxima frialdad constructora y la máxima pasión, simultáneamente. En mi interés por Dante y su obra hay mucho de biográfico, pero también de decisión. Por ejemplo: decidí que el golpe de Estado iba a ser el centro de todo lo que hiciera. Hay en eso algo sumamente calculado. La literatura tiene que ver con la estructura, y yo que estudié ingeniería tengo arraigado ese concepto en mí de distintas maneras. La divina comedia tiene para mí una estructura perfecta, enraizada en lo más profundo de la mente. Lo pésimo, lo pasable y lo sublime. Infierno, purgatorio y paraíso. A mí la vida se me ha terminado y ha vuelto a comenzar varias veces. Cuando terminé La vida nueva, pensé que se me había acabado la vida, que si me moría, ya nada importaba, y sin embargo la vida continuó. Al quedarme en blanco comencé a construir el Zurita. Les tengo una envidia a todos quienes se mueren cuando han construido algo gigante, como Bolaño o Francisco Smythe. Mi vida, por el contrario, parece estar destinada a realizar un ejercicio continuo de escritura.
-El final de Purgatorio cierra con esa estructura desplegada en un electroencefalograma.
-El año 74 estaba totalmente liquidado. Una angustia y una depresión me llevaron a la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, ahí me trató Otto Dörr. Me diagnosticaron una psicosis epiléptica, que debía tener una corroboración mediante un electroencefalograma, pero nunca me encontraron nada. Tiempo después concebí la idea de escribir entera La divina comedia sobre esos encefalogramas. El espacio de la visión y del registro de la mente. Así cierra Purgatorio. El encefalograma creaba una tensión. Se me había ocurrido la expresión "mi mejilla es el cielo estrellado y los lupanares de Chile" en un segundo, porque gran parte de las cosas que uno hace no son sino la monumentalización de un instante de locura.
-¿Por qué finalmente Purgatorio y no Mein Kampf, como se iba a llamar originalmente?
-Pasaron dos cosas: Editorial Universitaria no quería sacar un libro con ese título y el libro estaba en pausa. Al final lo publicaron, pero me dio miedo sacar el libro con ese título. Lo mismo pasó en el caso de Zurita (Ediciones UDP, 2011). Si le ponía Mein Kampf, la gente se iba a preocupar del título y nadie iba a pasar de la portada, porque es un título que absorbe todo.
-"Cielo abajo", el poema que abre Zurita, termina con el verso "No me hablas, papá". ¿Es una aproximación suya a su propia muerte?
-Yo no me quiero morir aún, pero he decidido cómo quiero que sea mi final. Yo espero, es un sueño, ver a mi padre, a quien nunca he visto. He estado en la absoluta oscuridad y he dicho: "Aparécete, aparécete ahora". Pero nunca ha dado señal alguna. Sin embargo, todavía tengo un sueño: que en el último instante lo encuentre, y mientras esté vivo y consciente, quiero creer en eso.
Esto es una cosa de edad. No tiene ningún sentido de sabiduría, y es que la muerte, con los años, se trasforma en algo interno, en algo inminente, y te preocupa. No la palabra, sino el problema. Yo apuesto a que en el último segundo voy a sentir una cosa plácida, y si no es así, esta vida es una mariconada del porte de un buque. Si el último instante no es instante feliz, la vida no tiene sentido. Ninguno, ninguno. Si has estado en el infierno toda tu vida y tu último instante es feliz, todo vale la pena, pero si no lo es, la vida es la miseria más colosal del Universo. Apuesto al paraíso, a ese último instante.
-Lo único que vale en la poesía es la fuerza. Aquella sensación que es ineludible, frente a lo cual no existe argumento, ni menos teoría alguna. Nada. Tal vez hay algo de eso en la decisión de titular este libro Tu vida rompiéndose, porque a fin de cuentas qué otra cosa puede significar estar vivo sino irse haciendo pedazos como un río que se despeña. En el fondo naces, te das cuenta de que existen cosas que no alcanzarás a conocer jamás, te crucifican y resucitas una vez, para darte cuenta de que todo pasa cada vez más rápido, hasta que deseas que ocurra algo tan alucinante como morir, finalmente.
-¿Es su poesía un ejercicio de memoria?
-Sin duda, pero también uno tiene que preguntarse: ¿de qué se ha olvidado uno? El verdadero problema es la imposibilidad del olvido. Uno quisiera olvidar, por supuesto, pero recordamos cada milímetro de nuestra existencia. Te acuerdas de todo. Cómo quisiera olvidarme de escenas de mi vida que deseo que no existan, que me atormentan. Escenas despreciables. Lo único que quisiera es que se borraran. Esos recuerdos en los que apareces arrastrado, humillado, pero no, no se puede.
-Si vivir es algo idiota, entonces es una idiotez sagrada. Soy profundamente religioso, pero dios no está contemplado en mi proyecto, puesto que es un dios absurdo, que te hace jugar un juego que sabe de antemano que vas a perder. La poesía es la esperanza de lo que no tiene esperanza. No hay un segundo en que una ciudad no esté siendo bombardeada, no hay un segundo en que un niño no esté muriendo de hambre. Nadie soporta tanto dolor, tanta miseria, tanta injusticia como la que sufren diariamente millones de seres humanos, si no vislumbra a pesar de todo un nuevo día. Despertamos y seguimos. La única respuesta que me he podido dar es que como hombres, somos una raza de asesinos condenados a construir el paraíso.
Por Aldo Perán
-Esa imagen tiene que ver también con el título de su reciente antología.
-Esta época de su vida, ¿le ha hecho más susceptible a temer o esperar algo?
claudio cortes