Con este título me refiero a las sorpresas que diariamente nos traen los obituarios, donde con nombres y apellidos se nos comunican, la muerte de personas. De los muchos nombres que han aparecido estos días, me referiré a tres de ellos, porque al conocerlos tengo más referencias de cada uno, de los cuales fui amigo o conocido. Tal es el caso del profesor Carlomagno Leiva Loyola, docente del Colegio Concepción y quien durante muchos años fue director del ciclo básico de ese plantel. Nacido en Valparaíso, hace 75 años, esposo de la señora Sylvia Zapata y padre de Virginia y Carlos, se preparó para la docencia en la Escuela Normal de Viña del Mar y se especializó en el área de orientación profesional, incluso en el extranjero. Los cinco discursos pronunciados en su homenaje en el cementerio, de sus amigos y de sus hermanos masones, constituyeron un fiel testimonio de reconocimiento a sus cualidades humanas, familiares y pedagógicas.
Una segunda persona, que casi coincidió con el profesor Carlomagno, es la joven Ariadna Eleonora Vallejos Muñoz. Con escasas horas de diferencia, fue velada en el mismo lugar, pues ella era socia del Centro Femenino Logial. Como hija del pintor y profesor Sergio Vallejos, su deceso enluta a un segundo hogar masónico y deja al descubierto algo que el historiador griego Plutarco, dejó consignado en una de sus reflexiones: "La muerte de los jóvenes es un naufragio; la de los viejos, es un arribo a puerto".
La tercera protagonista de esta sucesión de fallecidos en este principio de mes, es el deceso de la profesora Eliana del Carmen Aldea López, a quien conocí cuando era directora de la Escuela N° 6, nominada ahora como Escuela "El Tejar". Siempre la aprecié como una persona vital, muy preocupada de su escuela y con mucho afecto por su futuro inmediato. Que la sorprendió como directora de la Escuela República de Portugal. Fue su muerte, una de las más sorprendentes sorpresas, que he tenido en este último tiempo. Generalmente, hay una enfermedad que actúa como atenuante previo al desenlace. Recuerdo que fue ella la gestora de ponerle mi nombre a la biblioteca, que fue la Escuela de mi infancia, cuando en la década del 30 estaba en la calle 18 de septiembre esquina Cocharcas.
Sobre la muerte, han escrito innumerables filósofos, escritores, en general, grandes pensadores, todos los cuales, han incursionado en las letras y en el pensamiento. Y todos llegan a la misma conclusión: la mejor razón para esperar sin miedo la muerte, es pensar que es inevitable. O esta otra forma de decir lo mismo: "No viviera con esperanza de descansar, si no esperara la muerte".
Por Carlos René Ibacache I. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.