Flor Arbulú
Si hay algo que caracteriza al escritor peruano Jaime Bayly (1965) es que es un provocador por naturaleza, al que le gusta ir más allá de los límites de lo que el resto considera "correcto", tal como se puede ver tanto en sus programas de televisión como en sus libros. Pero probablemente ni él mismo se imaginaba el escándalo que se iba a desatar, cuando en 2010 dio a conocer públicamente su relación con Silvia Núñez del Arco, escritora 23 años menor que él, lo que desató una verdadera crisis familiar.
Episodio de su vida que relata en el libro "El niño terrible y la escritora maldita" (Ediciones B), que llegará a las librerías este miércoles 6 de abril y donde aparece con Silvia en la portada. De su nueva entrega, ha dicho que todo lo que está contado es tal como ocurrió -o eso le parece-, y que solo ha cambiado los nombres de los personajes. Incluso, él mismo agregó una "s" a su apellido.
¿Qué te impulsó a escribir este historia?
-Todo esto pasó hace seis años. Cuando me enamoré de Silvia, que tenía apenas 20 años, y parecía de 18, y cuando me encontré metido en un escándalo familiar tremendo y me di cuenta de que allí había una novela feroz. En aquel momento, malherido porque mis hijas adolescentes tomaron partido por su madre, mi exesposa, y dejaron de verme, tenía solamente el título: "Cómo tener una hija y perder dos". Pero luego lo cambié porque parecía cínico, desalmado.
-¿Sigues siendo el "niño terrible" que le da el título a la novela?
-Me encantaría, pero ya no soy niño ni terrible. En el Perú me dicen ahora "El tío terrible". Un amigo me ha preguntado: ¿Tú eres el niño terrible o la escritora maldita?
-¿Cómo ha cambiado tu vida la relación que tienes con Silvia?
-La ha mejorado muchísimo. En términos objetivos, de mi salud, la ha mejorado enormemente. Antes de conocerla, estaba muy mal de salud. Mi horizonte de vida, según los médicos, era de dos o tres años, no más (por eso escribí la trilogía "Morirás mañana"). Tomaba muchísimas pastillas para dormir. No sé cómo no morí de una sobredosis. Quería irme pronto. Ella me devolvió la ilusión en seguir viviendo. Uno tiene la edad de la persona que ama. Me llevó a muchos médicos y gracias a ella, a su insistencia de ver otros médicos, me diagnosticaron que soy bipolar. Una vez que me dieron los medicamentos correctos para la bipolaridad, mi vida cambió de un modo alucinante. Ahora duermo bien, tomo solo tres pastillas al día, y no tengo ganas de que baje la cortina y termine el espectáculo.
-Te has confesado bisexual, ¿echas de menos estar con hombres?
-Sí. Pero Silvia sabe complacerme maravillosamente. Ella conoce mis pliegues, mis texturas, mis secretos. Cuando estoy más femenino, ella es mi esposo y yo soy la señora de la casa. Es fantástico estar con ella porque puedo ser muchas personas a la vez. En estos ocho años que llevamos juntos, cinco ya de casados, solo he sentido una poderosa turbación de estar íntimamente con un hombre. Me ocurrió en Nueva York, estando con ella, cuando conocí a un amigo de ella, que es modelo. Le conté a Silvia que me había enamorado como un perro de su amigo. Ella me dijo: "No te hagas ilusiones, él juega en las grandes ligas". Y tenía razón, él declinó mis invitaciones amorosas, alegando que soy La Gorda Baylys.
-¿Tienes planeado venir a Chile a presentar la novela?
-Sí. Hace mucho que no voy. Silvia se muere de ganas de ir. Iremos a la Feria del libro de Santiago.
Pasión por la escritura
-¿Cómo logras manejar el tiempo entre la televisión y la escritura?
-No es difícil para nada, porque ambas cosas me apasionan. Escribo todas las tardes, incluyendo domingos y feriados, y voy a la televisión a las ocho de la noche. ¡Cuánto me gustaría vivir solamente como escritor!, pero mis ingresos se recortarían drásticamente. Tengo tres hijas, dos de ellas en universidades de Nueva York, y si viviera solo de mis libros, no podría darles las comodidades y los placeres que ellas se merecen.
-Has escrito 15 novelas, sin contar la que pronto lanzarás, ¿hay alguna que puedas decir que es tu favorita?
-Son muchas novelas, ¿verdad? Me propuse ser escritor cuando tenía 25 años. Ahora tengo 51. Llevo media vida escribiendo ficciones. Es una vida fantástica, maravillosa. He sido muy afortunado. Mi novela favorita es, creo, la primera, "No se lo digas a nadie", porque me costó muchísimo escribirla, tres largos años, y porque escribiéndola en Madrid y luego en Washington gasté todos mis ahorros y porque fue muy difícil encontrar un editor que la publicase, y en eso me ayudó muy generosamente el gran Vargas Llosa. Esa novela cambió mi vida. Me dieron mil dólares por comprarla, y el primer año había agotado 15 ediciones y vendido cien mil ejemplares. Luego hicimos una película. Fue un éxito increíble.
-Sobre Mario Vargas Llosa, en algunas entrevistas que has dado, se percibe un tono irónico cuando te refieres a él. ¿Crees que se vendió a "la civilización del espectáculo"?
-No diría que se vendió. Diría que se enamoró como un chaval de la reina de la civilización del espectáculo. Y ahora ha entrado por todo lo alto a las páginas de "Hola!" y sale en esa revista todas las semanas y hasta les da entrevistas, elogiando la calidad de la revista y sus grandes ventas, cuando en su libro deploraba la frivolidad y el exhibicionismo de los famosos en esa revista del corazón. Pues así es la vida: a veces los intelectuales pontifican, y luego se enamoran, y se humanizan, y acaban contradiciéndose, qué remedio. Me encanta que Vargas Llosa se sienta tan a gusto con la señora Preysler y que sea casi padrastro de Enrique Iglesias y que uno lo vea tan cómodo y a gusto en la civilización del espectáculo que antes parecía detestar.
