Un momento de profundo pesar es el que nos toca vivir como país tras enterarnos de la muerte del ex Presidente Patricio Aylwin, situación que nos presenta una pérdida irremplazable para la democracia chilena y el desafío de estar a la altura de la política que impulsó el ex Mandatario durante toda su carrera. Al ex Presidente Patricio Aylwin lo voy a recordar como un hombre de bien al que Chile tiene mucho que agradecerle. Un amante de la alta política, que en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia supo actuar pensando en el bien común y concretó la difícil tarea de establecer parámetros estratégicos que permitieron consolidar un proceso democrático que venía antecedido por una dictadura.
El Presidente Aylwin tiene un lugar ganado en la historia de Chile, siendo un parlamentario destacado, en los años previos al golpe militar; un activo cuerpo político, integrando el grupo constitucional que generó los primeros pasos para una salida constitucional a la dictadura, conduciendo a la oposición de la época a ganar el plebiscito de 1988; y el Presidente que instauró acuerdos transversales que facilitaron la instalación de la democracia que hasta hoy se sigue consolidando.
Recordaré al ex Mandatario como un líder audaz que supo romper el estigma que se había construido sobre las democracias que sucedían a las dictaduras, bajo el argumento de traer serios y profundos problemas económicos: el Gobierno de Aylwin hizo crecer al país, tanto económica como socialmente.
Una muestra de lo anterior es el trabajo que emprendió compatibilizando la vida democrática y la restitución de las libertades individuales, con el aumento de los beneficios sociales. Ejemplo de ello es que profundizó las políticas públicas, considerando a grupos de la sociedad que eran vulnerables y se encontraban apartados, creando instituciones especialmente dedicadas a mejorar su calidad de vida, como Integra, Fosis y el Servicio Nacional de la Mujer, sólo por señalar algunas de las instituciones que fueron creadas durante su administración. Además, durante su Gobierno se generó el informe Rettig, que profundizó sobre la triste verdad que vivimos durante los años de la dictadura y, como Jefe de Estado, sin ser el responsable de las atrocidades cometidas, pidió perdón a todo el país, porque los abusos que se cometieron fueron realizados por el Estado de Chile.
Otro gesto que da cuenta de la grandeza de Patricio Aylwin, es la hidalguía de suspender su militancia en la Democracia Cristiana cuando asumió la Presidencia. De esa manera, el ex Mandatario mostró que su intención desde un comienzo fue ser el líder de todos los chilenos, cuestión que cumplió a cabalidad gracias a su dirección convocante. Fue justamente ante él que realicé mi juramento como militante de la Democracia Cristiana y su liderazgo dialogante y transversal, que dejaba de lado las diferencias ideológicas poniendo en primer lugar el bien común, es una enseñanza para todos quienes trabajamos en el mundo público. Por eso lo voy a recordar como un estadista, uno de los más grandes que ha tenido Chile, nada menos.
Rodrigo Díaz Wörner, Intendente de la Región del Bío Bío.