El sábado último se concretó un nuevo esfuerzo de creatividad de las autoridades nacionales: el cambio de hora. Los relojes fueron retrasados en 60 minutos, en lo que ahora se llama "horario de invierno", que no es otra cosa que la jornada normal que tenía Chile hasta 1968. Pocos recuerdan que se implantó a raíz de una severa sequía. Y menos todavía, que se dijo que era sólo por ese año y que luego todo volvería a la normalidad. Muchos creen que el juego malicioso de cambiar el horario a cada rato, acortarlo, extenderlo, comenzó en el gobierno anterior y fue mantenido por el actual.
El pretexto siempre ha sido el mismo: ahorro de energía y mejor aprovechamiento de la jornada. Lo que nadie dice es que el ahorro de electricidad apenas supera el 1% del consumo nacional. . Lo que se denuncia, sin éxito, son los trastornos corporales y mentales que provocan estos cambios en la población. A los que impusieron y mantienen o acentúan la medida se les olvida que existe un reloj biológico, imposible de modificar.
¿Qué sucedió con el cambio del sábado último? Lo de siempre: problemas en celulares y computadores, trastornos del sueño, atrasos y adelantos laborales, modificación de horarios de los buses y aerolíneas. En el caso de estas últimas, una sola compañía, Latam, modificó la partida y llegada de 4.300 vuelos, lo que involucró comunicarse con 230 mil personas. La Asociación Chilena de Empresas de Tecnología denunció que la reprogramación general de dispositivos tecnológicos tiene un costo de US$ 150 mil.
Abundan las razones por las cuales el prestigioso diario The Wall Street Journal denunció que Chile es uno de los países que más juegan con la hora en el mundo. En opinión de este columnista, llegó el momento de poner fin a lo que se convirtió en una verdadera chacota. No es casual que las regiones australes y nortinas también estén reclamando horario propio, invocando el clima. Si el tema sigue así, podríamos llegar a tener hasta 16 horarios diferentes. ¿No será mucho?
El tema pasa centralmente por la vida cotidiana de los chilenos. Ya tenemos suficientes causas de estrés para estar sumando otra que, además, ni siquiera será definitiva. Las autoridades informaron que el "horario de invierno" regirá por tres meses. Después, se evaluará un nuevo cambio.
Aclaramos que esa columna se escribió en "horario de invierno", en la confianza de que el diario también haya retrasado sus relojes. Sobre todo, el director. Un antiguo programa de radio, "La familia chilena", terminaba invariablemente con la invocación: "¡Señor, danos tu fortaleza!". Hacemos nuestra la petición.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.