A la mayoría de los niños chilenos de antes les enseñaron que los pecados de la carne eran terribles. Si los cometían, corrían elevado riesgo de irse al Infierno, donde Satanás sería implacable como conserje.
Hoy, el tema se puso de moda sorpresivamente, debido a los partidos de la selección chilena. Apareció un primer experto: las nuevas últimas preemergencias y emergencias ambientales correspondieron a encuentros de "la Roja". Un segundo experto fue más preciso: 20 mil asados simultáneos contaminan lo mismo que 54 buses del Transantiago, con y sin tarjeta BIP. Surgió un tercer especialista: los asados del último sábado en la capital, cuando Chile goleó a México, fueron 50 mil y envenenaron el aire igual que 100 mil estufas a leña.
La afición de asociar la carne asada con el fútbol representa lanzar media tonelada de material particulado a la atmósfera. Claro, cuando se usa carbón o leña. La cantidad se reduce cuando se recurre a electricidad o al gas licuado. Pero los que saben del tema -y cada compatriota presume de ser un "maestro"- aseguran que no es lo mismo. Dicen que la carne sabe diferente cuando se cocina con carbón.
Todo indica, más allá del resultado de anoche miércoles, que nada ni nadie podrá poner término a la contaminación provocada por el fútbol-asado. No se pueden prohibir por ley, aunque no faltará el honorable que presente un proyecto (¿Se acuerda del que quiso prohibir la sal en las mesas de los restaurantes?). Es obvio que no puede haber un carabinero por casa, fiscalizando el asado. Y menos un laboratorio técnico policial que pesquise el ADN de la parrilla, para saber si allí se prepararon lomo, asado del carnicero, longanizas de Chillán, prietas y otras "delikatessen".
El problema, más allá del resultado de anoche, es que todavía quedan muchos partidos de las eliminatorias para el Mundial de Rusia. De manera que aún hay mucha carne, perdón, mucho paño por cortar.
No hay árbitros suficientes para mostrar tarjetas amarillas a los buenos para el diente. Y menos tarjeta roja. ¡Nadie puede ser expulsado de una comilona!
Los vacunos y la gente continuarán en peligro. Los primeros, por la posibilidad de que se los coman. Los segundos, por la mala calidad del aire, fenómeno que hace rato dejó de ser exclusividad de Santiago.
Hamlet decía: "Ser o no ser". El dilema de los aficionados actuales es doble: ¿Comer o no comer?, ¿Comer o contaminar?
Esta columna debió ser más larga. La reduje por estar invitado…a un asado.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.