De acuerdo a la Biblia, la primera prohibición la estableció Dios, cuando estableció a Adán y Eva en el Paraíso y les dijo que no debían comer del fruto prohibido. No le hicieron caso y por eso debemos trabajar y ganarnos el pan con el sudor de la frente.
A no dudarlo, Chile es el país de las prohibiciones. Algunas, antiguas. Otras, modernas. ¿Alguien se acuerda de antiguos letreros?: "Se prohíbe el paso", "Prohibido escupir", "Se prohíbe el ingreso de personas extrañas". Parecen ingenuos frente a los actuales.
Por ahí todavía quedan algunos que prohíben la venta de cigarrillos a menores de edad. ¿Por qué entonces Chile sigue ostentando uno de los más elevados índices de fumadores juveniles en el mundo? Lo mismo ocurre con la prohibición del expendio de alcohol. Una reciente investigación reveló que los jóvenes de Chile ostentan un doloroso liderazgo en las estadísticas.
Se encuentra prohibido y hasta sancionado, conducir mientras se habla por celular. Asimismo, manejar fumando, escuchando radio o abrazando a la polola de turno. ¿Quién lo respeta? En los supermercados se prohíbe el consumo de alimentos al interior del local. Cada vez son más los que, descaradamente, abren paquetes de galletas, envases de chocolates y bebidas, etcétera, y prácticamente van merendar a esos establecimientos.
Está prohibido y penado por ley el mal uso de las licencias médicas. Las cifras indican que van en aumento. .Ya alcanzan al 20% de los trabajadores del país. Se prohíbe al personal de salud maltratar a los usuarios, y viceversa. ¿Quién hace caso de esto? Se prohíbe faltar a clases. Sin embargo, profesores y estudiantes paralizan actividades durante meses, "en demanda de "justas reivindicaciones", muchas de ellas de tipo político. Se encuentra prohibida y sancionada la falsificación de documento público y usurpación de identidad. Los casos conocidos en el último tiempo ahorran comentarios.
Lo que debería prohibirse y castigarse no se sanciona. Recientemente, después de doce años, salió la sentencia del escándalo Mop-Gate, por sobresueldos a ministros y altos funcionarios. Las "sentencias" lindaron los ridículo. Algo parecido ocurrió con la "absolución" de 43 parlamentarios que emitieron certificados en favor de falsos exonerados políticos. Otra prohibición ejemplar: el comercio ambulante en la vía pública. ¿Alguien la respeta? No. Y lo que es peor: ahora, en lugar de perseguir a quienes lo practican, se están dedicando a cursar costosos partes a los compradores. Por contraste, nadie prohíbe estudiar ni leer. Pese a ello, pocos lo hacen. Es más fácil reclamar que las universidades sean gratis y denunciar que los libros son muy caros. Prohibiciones van y vienen. Confío en que el director no prohíba la publicación de esta columna.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.