La solidaridad debe ser un estilo de vida
La Corte chillaneja ha implementado por 6 meses una segunda sala, en un esfuerzo por acelerar las resoluciones pendientes, hasta un 105% en promedio en los últimos meses de mayo y junio. Para Alberto Hurtado todo lo que hacemos, ya sea una simple sonrisa o un gesto de desagrado, hacen la diferencia.
Agosto está marcado por la celebración de San Alberto Hurtado, ejemplo de solidaridad y modelo a seguir. Su vida es un auténtico testimonio de fidelidad a Dios, en la oración y en la acción. La huella de su obra y su pensamiento, marcado por su carisma, iluminan la vida de la nación en áreas tan complicadas como la política, la economía, la empresa, la vivienda y las organizaciones de los trabajadores. Su esfuerzo por favorecer la formación de jóvenes, a todo nivel y de una forma particular en la Universidad y en la cultura, podemos leerlo como adelantado a su tiempo y una tarea aún pendiente de alcanzar.
El llamado a la solidaridad, en el contexto de un mundo dividido por guerras que no respetan ni a los niños ni a las familias, como nos duele tanto constatar en la terrible violencia irracional en tantos países, se hace más urgente que nunca. Más allá de acciones individuales y aisladas en el tiempo, lo que se requiere es asumir una actitud permanente de solidaridad.
Para Alberto Hurtado todo lo que hacemos, ya sea una simple sonrisa o un gesto de desagrado, hacen la diferencia en cómo nos tratamos entre nosotros, especialmente con los más débiles, los pobres, los postergados. Es en lo cotidiano, en las relaciones directas con las personas, donde se encuentra el germen de la solidaridad y el fruto de una auténtica justicia social. Cuando se asume esta forma de vivir, de la que Jesús es el ejemplo más perfecto, se acerca la utopía del Reino de Dios, y pierde poderío la fuerza del mal en el corazón de cada uno y de la sociedad.
Hablar de solidaridad, marchar por la justicia, o marcar este mes con un mero evento público, no basta, lo que se requiere es un cambio en el corazón y desde el corazón de cada uno. Nada se saca con dar una limosna, ser generosos en una noche fría distribuyendo pan y café, o construir más casas de emergencia, si no se cumplen las exigencias de la justicia, expresando el sentido social en algo tan concreto como ceder el asiento a quien lo necesita, no tirar al suelo la basura, ceder el paso a quien lo pide, dar las gracias o pedir perdón frente a los pequeños errores cotidianos.
Más allá de la urgente acción social que requiere nuestra sociedad, lo que se necesita es un profundo cambio en el corazón de cada uno de nosotros y es la gran tarea a la que nos invita este Mes de la Solidaridad.
Carlos Pellegrin Barrera Obispo de Chillán .