El 20 de agosto ya está aquí, a la vuelta del sol. Y Chillán lo tiene en su calendario vital no como una fecha, sino como el centro de su propia Historia. El 20 de agosto de 1778 nació aquí Bernardo O'Higgins, el padre de la Patria. Y en sus calles, plazas y rincones, se respira la Historia de Chile, mientras en los calendarios comienza a rendírsele honores con número en rojo de un feriado respetuoso.
Desde siempre se le recuerda con la gente por las calles, con los militares rindiendo honores, con las sirenas sonando y las familias desfilando vestidas con sus mejores galas.
De pronto, esa fiesta ciudadana cambió de fisonomía y esta fecha se transformó en jornada reivindicativa, aprovechando que los Presidentes de la República venían por estas tierras. Se aisló el festejo, se cerró la plaza, se limitó el acceso. O sea, la figura de O'Higgins fue minimizada, mientras la prensa se deleitaba con los incidentes, los malos modos, las prohibiciones. "Eso vende", me dijo una vez un periodista, alejándose de la ética.
Afortunadamente, las cosas vuelven a su cauce. O'Higgins recibe los homenajes que se merece y los dos chillanes ensalzan la figura de uno de sus hijos que puso a esta tierra en el mapa del recuerdo que enorgullece.
Es en estas fechas cuando me afloran las imágenes del ayer, cuando con mis padres y hermanos, vestidos de boy scouts, nos formábamos en calle Dieciocho, frente a la Municipalidad, para ir en desfile hasta la Plaza de Chillán Viejo.
Mis dos hermanos mayores, tocando el tambor y el pito en la ruidosa banda juvenil, mientras que los dos siguientes nos formábamos con el báculo al hombro y la banderita chilena, en triángulo, flameando en la cresta de la madera. Mi padre, junto a Don Fabio Flores, el inolvidable Comandante, que nunca dejó de vestir el uniforme con pantalones cortos. Mi padre, junto al Profesor Mora, no dejaron de vestir de pantalón largo. Y ambos no dejaban de fumar. Mi madre, vestida con traje azul marino y sombrero femenino, se situaba junto a las líderes de las Girl Guides, porque hombres y mujeres estaban separados en el movimiento scoutivo.
Las escuelas, cada cual con su pendón identificatorio. Los bomberos, con sus trajes inmaculados y sus carros brillantes. Y los soldados, que desde tempranito ya estaban evolucionando por las calles de Chillán, a cuya población despertaban con cañonazos de salva, que rompían el silencio y llamaban al festejo tradicional del héroe que escribió la palabra libertad en los anales del Chile que crece sin parar.
Miguel Ángel San Martín, Periodista.