Chile está situado como el tercer país del mundo en el uso de redes sociales. Cada persona dedica un tercio de su tiempo diario a Twitter o Facebook, Youtube, Whatsapp y otras. En eso estamos muy bien. En lo que estamos muy mal en el uso indebido de las mismas, que bordea lo canallesco y revela cobardía y un grado de enajenación de parte de numerosos usuarios. En nuestro país circulan cada día OCHO MIL mensajes anónimos, llenos de insultos y descalificaciones a las personas y las instituciones. ¿Quiénes los envían? Sin duda, insanos, cobardes, tontos que quieren tener un minuto de fama o notoriedad, desean que los declaren "trend topic", "comentaristas destacados" y que los aplaudan o feliciten otros tan desquiciados como ellos.
Realmente, llegó la hora de parar. Es por eso que algunos parlamentarios preparan un proyecto de ley para proteger a las víctimas de lo que eufemísticamente, para no llamar las cosas por su nombre, se denomina "cyberbulling", que no es otra cosa que violencia, acoso, agresividad. Twitter es la red más recurrente porque ofrece mayores posibilidades de permanecer en el anonimato. Se puede firmar con un seudónimo, iniciales, etcétera. Y de esa forma, lanzar la piedra y esconder la mano, atacar y herir desde las sombras con las que se puede definir como puñaladas informáticas.
Las zonas oscuras que porta el cerebro de cada ser humano salen a la luz en casos como los de delincuentes que se fotografían exhibiendo fajos de billetes o bienes robados. También en adolescentes que se enorgullecen de golpear sin piedad a un vagabundo, un animal o lanzar un gato a la piscina, para luego exhibir imágenes en las redes. En el caso de Facebook, si bien tiene mayores resguardos para proteger a las personas, se ha denunciado hasta la saciedad el elevado narcisismo de quienes están la mayor parte de la jornada fotografiándose y "subiendo" sus rostros o actividades a las redes, sin pensar siquiera que no le importan a nadie.
El fenómeno terminó por cansar. Cada día son más los "rostros" o figuras públicas que cierran sus cuentas, a fin de no ser víctimas de ataques informáticos. O, más directamente, de no perder tiempo en tonterías. Existe un auténtico cansancio de las personas normales frente a la actividad de los anormales que, amparados en un seudónimo, se dedican a insultar y ofender. Hacerlo es mucho más fácil que argumentar. Además, requiere respeto por el prójimo. Las redes sociales nacieron como fruto de la tecnología, con el sano propósito de contribuir a la "sociedad de la comunicación". Si el abuso continúa, no tardarán en que este concepto cambie a la "sociedad de la agresión". Los responsables de la campaña denunciaron sobre la base de un "odiómetro", herramienta que midió los mensajes violentos de cada día. Ojalá su iniciativa obtenga prontos resultados. Es hora de parar. No las redes, sino el odio que algunos descargan a través de ellas. No es casual que algunos sectores ya estén definiendo a Twitter como "el retrete de las redes sociales".
Raúl Rojas, Periodista y Académico.