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La venganza de Benjamín Galemiri

El dramaturgo publica otro tomo canónico, "Obras completas II", que reúne diez años de escritura. Sus obsesiones parten todos los días a las 5 de la mañana y terminan más tarde, en alguna mesita de café.
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Benjamín Galemiri trabaja en varias obras al mismo tiempo y cuenta que los cafés son el lugar donde se sienta a escribir.

Los lugares que abastecen, cuidan y vigilan a la ciudad son de los pocos que están funcionando cuando Benjamín Galemiri (1957) activa la escritura de madrugada, con la fuerza del ego alimentado por el reconocimiento internacional.

Nueve obras son las que compila "Obras completas II" (Uqbar), diez años después del primer tomo. Vienen sólidas, conservadas tal como las proyectó el dramaturgo, fuera de la volatilidad de los directores o los recursos, fuera del trabajo colectivo que las coloca en la circulación limitada de los escenarios.

El prologuista Agustín Letelier enumera características identitarias del teatro de Galemiri: desafiante adjetivación, múltiples acotaciones, incontables referencias cinéfilas, introducciones en escenarios notables, entre otras. Las obras nos reciben en barcos hundiéndose, en naves espaciales, en la montaña, en un acalorado café de Providencia y Galemiri hace hablar a Marx, Engels y Proudhon, a presos sobre Cocteau, o un alter ego del mismo que puede resultar un político trotskista.

Es el ansia de un provinciano que usa y devora todo el mundo. El conjunto de obras, inconmensurable, tanto desafía al director teatral como da -para un lector que no accede a puestas en escena de los textos- la oportunidad de una interpretación más calma, provocando una privada y silenciosa catarsis, volviendo a la conexión primigenia con el autor.

-¿Cuál es su método de trabajo?

-Me levanto a las cinco de la mañana y trabajo dos horas. Después me ducho, hago mis clases y me devuelvo a escribir. Mi vida es la escritura. Este es un llamado de la selva desde niñito, a los cinco años escribía, incluso publicaba. Vivía en un pueblo llamado Traiguén, en el sur de Chile, y había un diario y yo publicaba cuento, novela. Entonces es algo que tengo adentro, no es una cosa que adquirí con el tiempo. "Yo nací así", como dice el gran mimo llamado Marcel Marceau. Así que no me extraño, porque esta es mi obligación. Todos tenemos una en esta tierra, la mía es escribir.

-¿Cómo partió la idea de este libro?

-Fue una idea de Isabel Buzeta, directora de la editorial Uqbar. Durante una feria del libro en la que yo estaba lanzando otro libro. Ella se acerca y me propone hacer las obras completas. Es una iniciativa editorial.

- ¿Cuántos tomos espera que tenga la biblioteca de obras completas de Benjamín Galemiri?

-El otro día con la Isabel bromeábamos que podríamos hacerlas en veinte y tres tomos. Unas tres obras completas más podrían ser perfectamente.

-Habitualmente su teatro se vincula mucho al cine, pero este libro puede ser leído de forma literaria. ¿Ha considerado la posibilidad de publicar novelas o cuentos?

-Me encanta la novela, es un género que me fascina y siempre están los editores tratando de enfrentarme. De hecho, en las "Obras Completas I" publiqué una especie de esbozo de novela para probar y fue bien recibido. Pero tengo tantas obras que crear. Trabajo en los cafés, todos los cafés son mi oficina. Tengo diez programas de obras que debo escribir, por encargo, porque me piden afuera. Entonces, ¿cómo hago una novela? Tendría que levantarme a las dos de la mañana. Es una tarea pendiente que no sé si voy a alcanzar a hacer.

-¿En qué está trabajando ahora?

-Estoy terminando una obra resultado de una residencia de autor en París de un mes. Un teatro parisino me invitó a concluir una obra que será estrenada el año 2017. Acabo de terminar una que me encargó una actriz aquí en Chile. Estoy escribiendo una serie de monólogos para mis musas, las actrices que han trabajado conmigo, no todas, pero algunas de ellas. A un actor chileno- argentino que vive en Argentina también le estoy escribiendo una obra. Sería un muso, y para qué sigo. Cada mañana me levanto y le digo a Dios que me ilumine para qué cosa primero tratar, porque son muchos proyectos.

-¿Cuando montan sus obras sufren muchas modificaciones? ¿Estas obras editadas respetan su concepción original o integran cambios en la puesta en escena?

-Las modificaciones son pocas, pero los directores chilenos son complejos. Todos los directores quieren escribir, yo lo llamo a eso "síndrome Neruda". No se conforman, como que si no escriben no son nada. Este "síndrome Neruda" lleva a roces con los directores. Acabo de tener un roce por una obra que se va a estrenar en Matucana 100. Tuvimos una discusión terrible, el director quería colocar "versión de". Al final le dije: "Ya, pon lo que quieras". Jorge Díaz, autor teatral, Premio Nacional de Artes, me dijo: "Cuando comiences a publicar no te vas a obsesionar con los montajes, si te cortan o no te cortan". Raúl Ruiz, que dirigió una obra mía, se involucró, metió un poco de mano y jamás osó pedirme la palabra versión. En Europa los directores son las estrellas, meten mano, colaboran, pero en ningún momento se les pasa por la cabeza entrometerse en el mundo autoral de escritor de teatro. Le decía al director: "¿Por qué no le colocas versión de dirección teatral de Benjamín Galemiri, porque te he dado como cien ideas de dirección teatral y las vas a usar? Cada vez me importa menos, la obra es mía, la gente dice "es de Galemiri", hagan lo que hagan. Mi lugar es la dramaturgia.

-La idea de insertar personajes pop y fundamentales para la cultura occidental, ¿qué herramientas le dan a su dramaturgia?

-Sea un vagabundo o un gran filósofo, no veo la diferencia entre uno y otro, con todos trabajo el sentido del humor, la sexualidad, el poder, los temas que me interesan. Les doy la misma categoría que el resto de los personajes. Creo que eso hace pensar a los espectadores, los personajes que se ven tan grandes, tan majestuosos, tan estrafalarios, somos nosotros. Marx es un pedazo de nosotros, él triunfó en la culpa, todos sentimos culpa frente a la pobreza, no triunfó materialmente, la revolución no se hizo. Entonces quiero apelar a la culpabilidad de los espectadores y por supuesto a la mía, que tengo mucha. Ahí meto cosas que me gustan, hago referencias a la música, mis personajes hablan otros idiomas, hay personas que les da risa eso y otros dicen que soy siútico.

-En el prólogo, además, se menciona que los escenarios son bastante imposibles, cinematográficos.

-Escribo sin pensar en los directores, el público o en nadie. Escribo para darme un placer que me viene de la infancia. Yo no veo ninguna diferencia entre colocar una silla y colocar un buque que se está hundiendo. También está la gran influencia cinematográfica, porque el primer choque que yo tuve con el arte a los cinco años fue cuando iba al cine rotativo en Traiguén, donde daban tres películas seguidas. A veces se enredaban, y veía una película de Fellini transformada en una de Cantinflas. Me enamoré del cine, es la expresión de una frustración: meto en mis obras teatrales la pasión que tengo por el cine. He hecho películas y largometrajes y ahí meto la pasión que tengo por el teatro. O sea, hago cruces entre las artes de la representación. Pongo en aprietos a mis directores, porque me gusta que tengan escenografías y ambientaciones grandilocuentes. Los grandes directores en Europa hacen lo que yo pido, aquí en Chile llegaba a los ensayos y preguntaba dónde está el barco, porque entraba y veía una silla. Por eso saco libros, por eso están estas "Obras Completas II" y tengo veinte libros publicados. Me gusta más publicar que estrenar, piensa en "Edipo Rey" de Sófocles. ¿Quién se acuerda de las puestas en escena de esas obras? En general los montajes se olvidan, el dramaturgo sale favorecido dentro del teatro, lo que se recuerda es el texto teatral, la hoja, el papel. Entonces, yo tranquilo. Antes me alteraba cuando era jovencito y daba órdenes, ahora que hagan lo que quieran.

-Los directores también deben estar en aprietos frente a las introducciones de su obras (didascalias), que están redactadas en un estilo literario.

-Un director que trabajó conmigo diez años soslayaba eso, no lo ponía. Lo leía como una especie de guía turística para saber cuáles eran mis propuestas. Comenzó a dirigirme un director francés, se hizo cargo de las didascalias y comenzó a ocuparlas, puso un actor o una actriz, un personaje en el que yo me doy el placer de convertirme en novelista. Me voy a fondo en mi pensamiento, porque estudié filosofía. Mis didascalias son gigantescas y los directores, especialmente los chilenos, no saben qué hacer.

-Hay temas generacionales que van rondando su obra. Freud decía que el artista se trataba a sí mismo, se sicoanalizaba en público.

-No es una fórmula, me sale en forma genuina. Efectivamente tengo una mirada de rayos X y a veces le apunto bastante. Mis obras están dirigidas por una intuición grande y el deseo de llegar a fondo, mis personajes se enmascaran y después se desenmascaran como en el teatro clásico. Como en el psicoanálisis, mis personajes están desnudos, la obra termina cuando está la verdad. En Europa me decían "el dramaturgo de la transición" y sé que tocaba fibras, pero en definitiva para mí es la vuelta al paraíso. En el Paraíso no hay Fondart, no hay diarios, pero nunca volveremos al paraíso.

-¿Qué opina del rótulo "Chile país de dramaturgos", que se impulsa desde el CNCA?

-Hay una generación de escritoras de teatro importante, yo soy un poco culpable de eso, porque hice talleres como Radrigán y De la Parra. La poesía pasó a segundo plano por su trabajo en soledad. La mayoría de los dramaturgos va a los ensayos y tienen romances, lo pasan regio.

-Este año ha sido bastante cruel con los dramaturgos mayores. Juan Radrigán murió el mes pasado, por ejemplo. ¿Tiene palabras para ellos?

-Radrigán es un clásico, que tuvo una lucha escritural sincera, disfruté la segunda parte de su obra, más cerca de textos literarios, como con Shakespeare. Me tocó ser jurado varias veces y votar por él. A Rivano no lo aprecio nada.


"Un dulce


aire canalla"

La cumbre de una montaña nevada, el viento cortante y la fina nieve esparciéndose por la cresta. El cielo azul, denso y aplastante.

Un aviso de neón que anuncia un producto. A lo lejos el sonido meticuloso de un escalador y la respiración agitada y abrumada. Más abajo, hay otro, que sujeto a unas cuerdas, descansa y lo observa con la mueca del que solo tiene una leve esperanza.

ARIEL: Es tan absurdo todo. De pronto ya no nos comunicamos... Lo único que oigo es tu respiración trabajosa, como la de un animal herido y enjaulado...

Silencio, donde solo queda la resaca del viento. Amián sigue con su trabajo con extraña nobleza.

ARIEL: Mejor me voy a comer mi torteloni con espinacas...

Silencio. Súbitamente inspirado.

¿Cómo ponértelo fácil, de comprensión inmediata?

Agarrando temple.

¡No me interesa la cumbre! ¡No me motivan los objetivos!

Nuevo largo silencio. Ariel saca sus torteloni y engulle hambriento.

ARIEL: El pivote de mi conflicto está en haberme hecho amigo de una persona como tú... Me pasa siempre... Querer a los más desdichados, a los más infelices... ¿Será el exceso de Biblia...?

Mastica, indeciso. Se pone frenético de improviso.

¡A mi madre le fascinaba leerme el Pentateuco después de la comida! ¡Que la culpa, que la compasión, y todo ese cuento del prójimo!

Silencio. Un queltehue de movimientos mecánicos pasa raudo y gime en stereo. Ariel lo observa perplejo planear.

ARIEL: ¡Bah! Ahora tú eres mi prójimo y lo único que logro ver es tu trasero... "Tú eres mi trasero"... (repite como en una oración) "Tú eres mi......"

Silencio.

Un nubarrón amenazante se instala. Ariel saca un paraguas muy florido. Cae una fina y ridícula lluvia.

ARIEL: A propósito, qué manera de crecerte el culo últimamente... ¡Son las malditas pastas!... En esto te pareces mucho a mí... Por eso nunca he dejado de quererte Amián...

¿Me oyes…? ¡Te estoy hablando, miserable!

El eco reproduce la última palabra varias veces.

No puedes dejar de lado las pastas... No es el cigarro, no es el alcohol, ni el sexo el que está matando a nuestra generación...

Son las hijas de perras de las pastas: lasaña y ravioles bolognese con salsa blanca, torteloni y tallarine di mare... ¡ah, mierda, no lo tolero!

Come ávidamente. Saca una cajita de pastas, la marca brilla hasta cegar la vista. Gemido percutante. Amián resbala y queda suspendido. Ariel, paralogizado, observa como un verdadero tonto. Amián logra agarrarse a la superficie de la montaña nuevamente. Un sol potente, cruel, ha reemplazado a la nube y castiga a los individuos.

ARIEL; ¿Amián?

Silencio.

ARIEL (angustiado): ¿Amián…?

Amián oscila de un lado a otro, casi con espíritu gimnástico.

ARIEL: ¿Amián, qué te pasó?

Ariel escala desarticuladamente hacia Amián.

AMIÁN (como si no hubiese pasado nada): ¿Traes tu brújula?

ARIEL (desconcertado): ¿Mi brújula?

AMIÁN (con una furia de pacotilla): ¿No la traes? ¿Qué clase de escalador profesional eres, dímelo? ¿Y los gemelos?

ARIEL: ¿¡Los gemelos!? ¿Dónde mierda dejé los gemelos?

(…)


"Obras completas II"

Benjamín Galemiri

Uqbar editores

556 páginas

$ 16. 400

MAURICIO PÉREZ

"Mi vida es la escritura. Este es un llamado de la selva desde niñito, a los cinco años escribía, incluso publicaba".

"Me enamoré del cine, es la expresión de una frustración: meto en mis obras teatrales la pasión que tengo por el cine".

Adelanto de "Un dulce aire canalla", del libro "Obras completas II", de Benjamín Galemiri. (P. 279-281)