El gran Esaú Bravo dejó un legado imborrable en la memoria diabla
ÑUBLENSE. El inolvidable jugador de los 60' que también supo de ascensos y alegrías como director técnico. Sus dirigidos recuerdan su paso por los Rojos.
"Que vuelva Esaú… que se vaya Esaú…", fue uno de los gritos que emanaban con fuerza durante la década de los 90' desde las galerías del antiguo Nelson Oyarzún, aquel recinto con aposentadurías de madera y árboles que aportaban una exquisita sombra en el sector poniente.
El grito hacia el entrenador Esaú Bravo no era un insulto, sino que más una suerte de broma que emanaba desde la barra del mercado que cada fin de semana acudía al estadio con la ambición de ver un elenco ganador. Sin embargo, las malas administraciones dirigenciales redundaron en campañas irregulares que tenían constantemente a los Diablos Rojos metidos en el fondo de la tabla y coqueteando con el descenso a tercera.
Esaú fue uno de los técnicos que dejó su huella en Chillán por algunos hitos deportivos, pero también por ser un fiel a la camiseta chillaneja.
La génesis del "profe" Esaú en Ñublense se remonta a tres décadas antes cuando en los 60' arribó a Chillán proveniente de Colo Colo para jugar en Ñublense como el aguerrido y fiero central que dejaba el alma en la cancha, gracias a su fuerza y estatura.
El "Negro" Esaú también jugó por Deportes Concepción y Green Cross de Temuco, pero el jugador ya se había encariñado con la ciudad de extremo calor y frío y tras colgar los botines se radicó en Chillán para trabajar en las divisiones inferiores de Ñublense y al igual que un bombero, tomar la manguera para apagar el fuego que parecía condenar a los chillanejos al infierno, algunas con éxito, otras sin lograr el objetivo.
Así fue la historia de Esaú Bravo en Ñublense, elenco con el cual también supo de festejos.
Cronológicamente el primer festejo fue el ascenso de Tercera a Segunda en 1985, hito que luego replicó en 1992 en aquella liguilla en Quillota.
Sin embarga, la mayor hazaña es la inolvidable Copa Chile de 1995 en la cual Ñublense eliminó al poderoso Colo Colo tras ganar por un sorpresivo 2 a 0 en el Nelson Oyarzún y perder por 4 a 2 en el Estadio Monumental, pero los goles de visita sentenciaron la clasificación chillaneja a semifinales del certamen.
Tampoco se puede omitir que fue Esaú Bravo, quien formó la base del plantel del 2004 en Tercera División que luego ascendió fue el origen de la época dorada de los Diablos Rojos.
Jimmy Castro, uno de los jugadores de Chillán que llegó al primer equipo gracias a la gestión del estratega recordó que "el profe Esaú Bravo es uno de los mejores técnicos que he tenido por el liderazgo y manejo de grupo. En la cancha se mostraba lo que él quería".
Marcelo León arquero de los Rojos en 1995 relató que "creo que su mayor legado fue siempre ir al frente, siempre le dijo a los jugadores lo que él pensaba. Cuando a fin de año le tocaba decirle a un jugador que no estaba en sus planes se lo decía a la cara".
Mario Lagos, ariete de los Diablos que de la mano de Esaú Bravo se convirtió en referente de la ofensiva concluyó que "fue como un padre para muchos de nosotros, fue un papá para todos los canteranos en Chillán. Nos aconsejaba y a quienes se querían ir por el mal camino los encarrilaba. Lo quise harto, lo iba a ver a su casa, él me iba a ver cuando estaba lesionado, sufrí mucho su partida porque se fue una gran persona, un gran técnico".
Legado imborrable
Fue así como Esaú dejó su legado y caló en el corazón de muchos jugadores que desfilaron por Chillán gracias a sus palabras de aliento, como las que expresó en la previa del partido contra Colo Colo en casa por Copa Chile en 1995 cuando dijo "hay que ser fuertes, cualquier circunstancia que haya dentro de la cancha tenemos que ser fuertes, nosotros como hombres la tenemos que superar".
Esaú se sentó en la banca de Ñublense en siete oportunidades, mítico lugar que incluso lo albergó dos semanas antes de su muerte el 20 de septiembre del 2013 producto de un maldito alzheimer a los 68 años.
En aquella oportunidad la Agrupación de Ex Futbolistas de Chillán le brindó un partido de homenaje en el cual participaron muchos de sus dirigidos.
En cien años de vida de Ñublense, Esaú Bravo es uno de los delanteros que se ganó el respeto de la hinchada. Es por ello que Los Rediablos bautizaron simbólicamente la tribuna norte con su nombre, mientras que por el acceso de calle Pedro Aguirre Cerda, su rostro, junto al de Nelson Oyarzún están inmortalizados en el centenario de los chillanejos.
Esaú forma parte de la escueta lista de estrategas que dejaron un legado en Ñublense. Al ex jugador formado en las canteras de Colo Colo se suman otros como los de Isaac Carrasco, quien fue el primero en llevar a Ñublense en Primera División y a la postre el único título en el fútbol profesional.
Se agrega Manuel Rodríguez Vega, quien encabezó el ascenso a Primera de 1980. Imposible no citar a Luis Marcoleta, quien entre el 2004 y el 2007 tomó a los chillanejos en Tercera para dejarlos en la máxima categoría y para rematar está Fernando Díaz, quien en el 2008 llevó a los Rojos a la Copa Sudamericana y Carlos Rojas, quien ascendió a Primera en el 2012.
Esaú 1995