La situación presidencial del oficialismo no es auspiciosa. Primero, prácticamente no tiene definiciones: no hay certeza de elección de un candidato único en las primarias abiertas de julio; no hay un plazo para la inscripción de candidatos; sigue abierta la opción de la Democracia Cristiana de llevar un candidato en primera vuelta; no hay claridad respecto de un acuerdo PS/PPD, tampoco de la incorporación de otras fuerzas, agrupadas en el llamado Frente Amplio. A ese confuso panorama, se agrega el enfrentamiento público cruzado y las señales de desconfianza entre Ricardo Lagos y Alejandro Guillier y, en menor medida, el de José Miguel Insulza con ambos candidatos.
Los únicos datos concretos que el país conoce hasta ahora son, primero, que los tres candidatos antes señalados se han mostrado como continuadores de "la obra gruesa" de Bachelet; y, luego, que ninguno de ellos encabeza hoy las preferencias de los chilenos. Esta es la misma izquierda que sembró expectativas de un reemplazo del modelo de desarrollo de Chile, por uno que tiende a condenar la legítima ganancia económica y en donde el Estado volviera a tener una fuerte injerencia en decisiones, hoy en manos de los chilenos; que impulsó malas reformas, mal inspiradas y mal implementadas, cuyos efectos están cosechándose; un Gobierno que usó su mayoría en ambas Cámaras para imponer cambios en materias que, por su envergadura e impacto en el largo plazo, requerían de un clima de consenso político y social.
Por otro lado, llama la atención la molestia de los senadores socialistas con el Gobierno, por el incipiente giro de las últimas semanas, buscando acuerdos con la oposición. Hasta ahora el resultado más destacado de ese incipiente giro es el acuerdo para el financiamiento de la Educación Superior. Lejos de molestar al PS, el acuerdo debiera ser motivo de celebración, pues garantizará el acceso a la Educación Superior a miles de jóvenes de condición vulnerable o provenientes de la clase media, alumnos de Institutos Profesionales y CFTs, excluidos en la modelo de la izquierda.
Los chilenos no entendemos qué cambió tanto en Chile que quienes gobiernan no se quieren entender con la oposición y con quienes se ha construido por 30 años el camino al desarrollo. Ojalá este cambio de actitud en el gobierno sea definitivo y que la nueva hoja de ruta en el año que queda de gobierno considere el acuerdo, la conversación y el respeto por quienes pensamos diferente.
Frank Sauerbaum,
Ex diputado por Ñuble. Ingeniero Comercial-MBA.