La forma en que el Gobierno dirige el rumbo del país recuerda mucho la película "Locademia de Policía", donde un grupo de agentes ineficaces enfrenta situaciones reales e incurre en toda clase de risibles errores. Valga la introducción para lo que se sabe desde hace mucho tiempo: las autoridades extraviaron definitivamente la brújula para navegar en el mar de las preocupaciones de la gente. Lo demostró la última encuesta del Centro de Estudios Públicos, la cual ratificó que la delincuencia, con un 52%, seguida por la atención de salud, educación, remuneraciones y corrupción son las principales preocupaciones del país. La ciudadanía responde sin vacilar, en tanto que, en amargo contraste, el Ejecutivo aparece preocupado del medio ambiente y la reforma constitucional. No figura en la encuesta, pero también recibe atención preferencial de La Moneda la elección de intendentes. Tampoco aparece el aumento del número de parlamentarios, sobre el cual se dijo que no generaría mayores gastos, pero que ya aparece demandando casi $ 2 mil millones extras, sólo para empezar.
Sin duda, más allá de las fronteras ideológicas, el diagnóstico ciudadano es mucho certero que el del Poder Ejecutivo. La falta de precisión, la porfía ideológica, la insistencia en mantener el rumbo equivocado son algunas de las principales razones del momento que vive el país. Las cifras no mienten: el crecimiento de 2016 apenas llegará a un 1,5%. El 67% de la población cree que el país se encuentra estancado. Es más, un 16% opina que está en decadencia. Frente a esto, la declaración del ministro de Hacienda, en orden a que hay "ruidos innecesarios" en la economía nacional parece un chiste malo de circo pobre.
Los que intentan confortarse pensando que ya vienen las elecciones y que todo se arreglará mágicamente también andan muy perdidos. Los partidos y los políticos apenas merecen hoy un entre un 2% y un 4 % de la atención ciudadana. La gente se hastió. No cree en hechizos, hechiceros ni sahumerios. Poco más del 40% expresa interés en ir a sufragar. Los vendedores de humo y pomadas, junto a los encantadores de serpientes, tendrán que redoblar sus esfuerzos para atraer votantes y seguir cobrando generosas dietas y las asignaciones consiguientes.
No se trata de ser pesimista, pero el tiempo se acabó. La cuenta regresiva para enmendar errores indica que no queda tiempo. Lo hecho, mal hecho. Las ideologías, las promesas incumplidas, la lejanía con los votantes a los cuales se prometió servir ya están consumadas. En momentos como el actual, no puedo evitar recordar a mi madre, quien, cuando enfrentaba un momento muy difícil, invariablemente exclamaba: "¡Dios nos libre y nos favorezca!" Tal vez sea lo mismo que debe decir nuestra nación entera en este instante, junto con pedir que surja algún camino que nos libre de todo mal. Amén.
Raúl Rojas Periodista y Académico