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Amor filial, deudas y tiroteos trae la nominada al Oscar "Nada que perder"

NOVEDAD. La película protagonizada por Jeff Bridges se estrenará en los cines nacionales el próximo 9 de febrero.
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Amelia Carvallo

Este 9 de febrero llega a las salas nacionales "Nada que perder", filme nominado a los Oscar en las categorías de Mejor Película, Guión, Montaje y Actor de Reparto. Ésta última por la actuación de Jeff Bridges como un implacable Ranger de Texas que persigue los pasos de los hermanos Howard, un par de hombres en la ruina que comienzan a asaltar bancos para pagar la hipoteca de la granja que les dejaron sus padres.

Otro ee.uu.

La película es del director escocés David Mackenzie y el guión es de Taylor Sheridan, tras la serie televisiva "Sons of Anarchy" y de la historia de narcotráfico de "Sicario" de Denis Villeneuve. Como en esas dos ficciones, nuevamente es la violencia uno de los elementos que tensionan el transcurso de las vidas mostradas, en este caso la historia de amor filial que hay entre los hermanos perseguidos por asaltar bancos y la amistad de los dos Rangers que les dan caza.

Todo esto bajo en los paisajes de un Estados Unidos menos privilegiado que el usualmente mostrado en el cine, un país profundo, de silencios y pobreza, con salones de juego y de extensas planicies sin vista al mar, surcadas por carreteras en medio de la nada. Un país con deudas, de desalojados y cesantes endurecidos por la violencia, ese lugar sin lugar para los débiles que la literatura y el cine de frontera han ilustrado.

Los Rangers de Texas es una institución paralela a la policía estatal que se remonta a 1823, cuando comenzó como una especie de fuerza paramilitar creada para proteger a las primeras familias que llegaron a poblar Texas, luego de que México perdió en la guerra esos territorios.

Estos hombres rudos y decididos, empapados de la mística del Viejo Oeste, también pelearon contra tribus comanches y cherokees y son una especie de emblema del espíritu fronterizo de Estados Unidos.

Bajo esa óptica, el veterano Marcus Hamilton que construye Jeff Bridges, responde a toda esa tradición y lo tiene postulando a los Oscar, el premio más esperado de la temporada.

Cabe recordar que Bridges ganó uno en 2010 por su rol como Actor Principal en la película "Loco corazón", donde encarnó a un decadente cantante de música country. Por cierto, y haciendo contrapunto a las disquisiciones del personaje de Bridge, está el de su compañero de patrulla, Alberto Parker, encarnado por Gil Birmingham, actor de ancestros comanches.

Hermanos

En el rol de los hermanos, el actor Ben Foster da vida a Tanner, hermano mayor que acaba de salir de la cárcel luego de una larga condena y Chris Pine al menor, un divorciado y joven padre de un adolescente que vive lejos de él.

Luego de una enfermedad complicada por la falta de dinero, la madre de estos hermanos muere y sobre la estéril granja peligra un embargo. Pero hay una luz para salir de este atolladero: recientemente encontraron un pozo de petróleo, pero necesitan dinero para comenzar la extracción.

La queja de los hermanos adeudados se replica en las imágenes que desfilan desde la ventanilla de un auto, porque esos letreros de venta y embargo es lo que se atisba entre medio del vertiginoso arrancar, la alocada carrera contra el tiempo que emprenden estos dos hermanos atracadores de bancos, hermanos parecidos a muchos, que bromean y pelean y se debaten entre sus roles impuestos por la fuerza de la costumbre y algo parecido al cariño.

En las dos horas de película destaca la banda sonora encabezada por Nick Cave, Warren Ellis, Townes van Zandt, Ray Wylie Hubbard y Waylon Jennings, puros mastodontes del country y el folk.

Descolla la actuación de Ben Foster, quien le otorga rudeza y ternura a su rol y logra prefigurar un lazo filial por el cual Chris Pine aporta el perfil menos expansivo de hermano menor.

La persecución filmada no escatima guiños a la road movie, con sus paradas y descansos, sus bifurcaciones para tentar al destino y la inevitable confrontación a muerte que en este caso es sobrepasada por un desenlace que flota sobre el desierto.

minutos dura "Nada que perder", cuyo título original en inglés es "Hell or High Water". 102

Tierra Quemada

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El país tiene vocación de catástrofe, qué duda cabe. Ese parece ser el eje de la cultura chilena actual, forjada entre terremotos, erupciones volcánicas y ahora incendios abrasadores provocados por la barbarie humana. Chile está siendo incendiado metafórica y materialmente. Al país lo querían quemar y eso ya está hecho. Hay tierra quemada, arrasada, destruida y operadores políticos que administran la tragedia en sus múltiples variables.

Los terremotos quedaron en segundo plano. Chile se autodestruye, se mata a sí mismo, en circunstancias que por sus características de vulnerabilidad debiéramos cuidarlo como hueso de santo. Encerrados en esa delgada línea entre el borde costero y la cordillera, con un suelo siempre amenazado por una erosión irremediable, nuestra república nunca se diseñó en una relación amable con los elementos naturales que la determinan, además de una perturbadora cultura urbana.

La sensación conspirativa que tiene esta nueva catástrofe inunda el país; ya no sólo es la presencia de bosques pirogénicos rodeando zonas pobladas y las prácticas burdas que todavía se permite cierta agricultura en los campos o el fracaso de nuestra educación en relación con los cuidados de nuestro patrimonio "terrígena" (neologismo del poeta Mario Verdugo que alude al signo de apropiación cultural del territorio), sino que nos sentimos sobre castigados por un destino que no nos da tregua.

Como dicen algunas amigas mías, tributarias de cierto feminismo radical, Chile sufre las consecuencias de la hegemonía de un pensamiento estrecho, ellas hablan de un gorilismo básico, que no es otra cosa que un machismo endémico, que es el que sigue imponiendo sus reglas de sometimiento radical a, más que un poder omnímodo, a un modo de habitar el territorio que no puede sino ser catastrófico, porque sigue los patrones de una economía extractivista que niega la diversidad y los signos de un mundo que busca otros parámetros de desarrollo.

Esto culturalmente es muy potente en algo que podríamos denominar, como la distribución del deseo en nuestro país, por un lado una energía creativa que intenta nuevas formas de ocupar el territorio y, por otro, un modo endémico y estrictamente funcional de hacer país, intentando un modelo de desarrollo que ya no va más, a pesar de las involuciones tipo Donald Trump en América del norte. Planteamos esto porque cuidar el suelo y el patrimonio natural debiera ser un tema de Estado.

Y, también, tenemos el festín mediático y de las redes sociales, que es otra tragedia de una sociedad que no sabe comportarse o que, simplemente, perdió los modales. Y ni hablar del aprovechamiento político mesiánico. De pronto Chile está lleno de pirómanos y de gente que busca culpables, de conspiraciones y de relatos delirantes de gente que no sabe razonar, porque la educación que recibió no le enseñó esos protocolos. El negocio apocalíptico está en boga y llegó para quedarse.

Creo que una estrategia posible para enfrentar la situación de catástrofes, tiene que ver con la ficción, una vez más. Obviamente no se trata de una panacea, sino más bien de una terapéutica que nos permita buscar buenas razones. Si uno hace el catastro de los relatos delirantes aparecidos en las redes sociales tenemos un cuadro sinóptico de nuestra locura, pero también de nuestra imaginación: terrorismo mapuche colombiano, conspiración de forestales para cobrar seguros, piromanía salvífica, etc.

Con todo ese material puede surgir una novela profética sobre la descomposición de un mundo que es intervenido y/o dirigido por unos grupos de Whatsapp que se disputan (o por twiteros) una hegemonía improbable. Gente que está enclaustrada en ciudades en que todo es una pantalla o mediación tecnológica y que le entregó las zonas no urbanas a unos otros marginados que descubren que el fuego es un medio, un instrumento, un arma…

Lo concreto es que un elemento fundamental de la ficción es la imaginación, recurso clave que nos puede sacar de este atolladero.

Marcelo Mellado