Al tenor de los informes que nos entregan organismos serios de estudios y proyección, Chillán no está tan mal como nos quieren hacer creer algunos. Ni tampoco somos la panacea de nuestra sociedad ñublensina. Estamos bien y podemos estar mejor. Lo importante aquí es saber valorar lo que tenemos, elevarse un poco y, con esa altura de miras, observar el paisaje que nos rodea, el urbano, social y económico. O sea, en dónde nos desenvolvemos cotidianamente. Y, una vez observado lo que tenemos, descender y elaborar estrategias de mejora y crecimiento. Programas aterrizados, orientados a un medio y largo plazo que satisfagan las aspiraciones futuras.
Hace un par de días pudimos leer en este mismo diario un resumen de los informes elaborados por la Fundación Red de Desarrollo Descentralizado "Chilecontodo" y "Desarrolla Biobío". Y en el apartado del trabajo titulado Indice de Competitividad de Ciudades 2016, nuestro Chillán figura en noveno lugar entre 27 grandes y medianas ciudades del país. Un dato no menor.
Como estamos en conocimiento del citado trabajo, permítanme expresar mi opinión sobre esta realidad seriamente analizada. Comenzaré diciendo que los agoreros son los que politizan todo, según sopla el viento, y todo lo encuentran mal. Y resulta que vamos avanzando en forma segura y en la buena senda.
Esta realidad no es de ahora, solamente. Es una constante que se da desde hace muchos años -desde 1939, por ponerle una fecha-, aunque las gestiones tengan distinto signo. La mirada ha sido generosa y unitaria en torno al futuro de nuestra tierra. Y aunque la forma de gobernar sea diferente, los pasos se dirigen hacia el mismo horizonte.
Debemos entender, eso sí, que el distinto signo de quienes gobiernan imprime mayor o menor aceleración y prioridad a los temas en desarrollo. Por lo mismo, estimo que debemos alzar la mirada y hacerla larga. Vislumbrar los horizontes del largo plazo y pensar en grande para construir una ciudad como la que merecemos.
Basta del cortoplacismo que nos desordena el urbanismo, que nos desequilibra el crecimiento, convirtiendo las desigualdades en obstáculos insalvables. Aunar criterios técnicos con la practicidad que soluciona las trabas de hoy, pero con el posibilismo que conduce hacia un crecimiento futuro permanente e imparable.
Nuestro punto de partida ya está consolidado. Ahora debemos unir los esfuerzos con generosidad -dejando atrás los pesimismos- y empujar el carro del progreso en la equidad que soñamos.
Miguel Ángel San Martín Periodista.