Después de conocerse los variados problemas del reciente censo, el ministro de Economía y expertos del INE se apresuraron a tratar de atenuarlos. Para conseguirlo, anunciaron que quienes no fueron encuestados (decenas de miles) ahora podrán acceder a una plataforma informática y/o concurrir a una "citación". ¿Y no dijeron que estaba todo previsto? ¿No fue suficiente la dramática campaña comunicacional que informó minuto a minuto sobre captación de "voluntarios" (a $ 15 mil cada uno, más una colación)? ¿Tampoco bastaron los múltiples esfuerzos publicitarios a través de todos los medios de comunicación? ¿En qué quedaron los esfuerzos, por ejemplo, de diarios y canales de TV para "enseñar" a la ciudadanía de qué se trataba? ¿Acaso no se anunciaron multas para censistas que no cumplieran su compromiso y para las personas que se negaran a contestar?
Al final, como decían antes, todo se convirtió en sal y agua. Más allá de las cantidades de personas censadas, el resultado no fue precisamente exitoso, en la forma y en el fondo. Un ejemplo: diversas preguntas fueron calificadas de elementales, no pertinentes al país que vivimos.
Hasta las experiencias más negativas deben enseñar. La lección: no se puede repetir un censo con prácticas dignas del siglo XIX. No es posible paralizar un país entero durante 24 horas. No es posible andar con papel y lápiz de grafito cuando estamos viviendo la sociedad de la tecnología y hasta los niños conocen las variadas herramientas de la computación.
Estados Unidos no está muy lejos. En 2010 censó a su población vía informática, y logró resultados más que satisfactorios. El país no se paralizó. La vida cotidiana, tanto hogareña como laboral, continuó su curso. Las clases no fueron suspendidas, nadie tuvo que denunciar no haber sido encuestado, no existieron territorios "vedados", etcétera. Menos mal que Economía y el INE parecen haberse dado cuenta de que no es posible continuar con estas prácticas. Ya anunciaron que estudiarán la creación de una plataforma computacional, a fin de que, en los censos del futuro, la gente pueda responder en sus casas, municipios, oficinas públicas, universidades y hasta centros de llamados, sin tener la sensación de estar presionada. Será más barato. Y más rápido.
Un censo informático, además, pondrá fin al "efecto polilla", que llevó a numerosas autoridades del país a capacitarse y actuar como censistas, en horas que bien pudieron dedicar a tareas más trascendentales. ¿Por qué hablamos de "efecto polilla"? Porque en la mayoría de los casos fueron actuaciones motivadas por las cámaras de la televisión. Buscaron aparecer con una "conducta cívica ejemplar" y, de paso, captar votos o simpatías.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.