A partir de hoy, estamos sólo a 72 horas del Día de la Madre, confundido por muchos con el Día del Consumo Desenfrenado. No se trata sólo de 24 horas. Hace un mes, comenzaron las campañas desenfrenadas, con ofertones de productos y precios característicos de esta época: vestuario, calzado, perfumes, desayunos, almuerzos y cenas. Padres e hijos se sometieron a ellas y tuvieron que estrujar sus bolsillos para atender a la que consideran como una obligación, sin comprender que debería tratarse de un gesto de amor.
Vivimos días de consumismo, no sólo por los nubarrones otoñales, sino por la confusión de principios y valores. ¿Alguien ha visto algún establecimiento que ofrezca un abrazo, emociones positivas, gestos sencillos de amor, compañía, afecto, en fin, todo lo bueno que hay en este mundo? La respuesta es NO. Resulta mucho más fácil ir a la tienda o comprar algo al paso a un ambulante en la calle.
Esta columna no intenta eludir lo hermoso que rendir homenaje a las mamás, sino que se comprenda que el tema no pasa por las multitiendas, supermercados, bancos, etcétera. No es cuestión de cosméticos, cremas, carteras ni billetes. Es un tema de cariño, de obsequiar cosas buenas, apuntadas a la mujer que nos trajo al mundo, cuidó de nosotros, nos formó y estuvo o está presente en los momentos claves de nuestras vidas. Ella lo merece todo. Mucho más que la boleta de un negocio o un tiquet de cambio. Me quedo con los niños que les regalan una hoja seca, un dibujo o algunas palabras hermosas.
Es en fecha como éstas en que cobra más sentido que nunca el libro "Deseo consumido", de dos periodistas argentinas. Aburridas de tener que comprarlo todo durante todo el tiempo, suscribieron un pacto: no comprar nada durante un año. Sobrevivieron. Y fueron honestas: confesaron que se trató de la experiencia más intensa de sus vidas. Pero también la mayor lección: aprendieron a vivir sin ansiedad. Entendieron el valor (no el precio) de la sencillez de una existencia simple, ajena a los billetes, tarjetas de créditos, celulares nuevos y muchas "necesidades" artificiales de la actualidad. Se asomaron a la realidad. Vieron un mundo que incluso intenta capturar a niños de cinco años con la compra de celulares, a las "apps" con frases hechas para saludar a las mamás. En suma, convivieron con la verdad.
Y todo esto, para preguntar al lector: ¿Por qué hoy, en vez de un paquete costo y hermosamente embalado, no le da un abrazo a su madre? ¿Por qué no le dice: "Te quiero, mamá. Gracias por ser quien eres". Parece tonto. Pero tiene más sentido. Y la destinataria del mensaje lo recibirá encantada. Todo lo material se desgasta. El amor a la madre es para siempre. ¡Feliz día, mamás!
Raúl Rojas, Periodista y Académico.