Hace sólo unos días, recibimos con espanto la noticia del suicidio de un joven dirigente estudiantil. El hecho nos conmovió, pero no alcanzó la notoriedad que el caso en sí, reviste. No sólo notoriedad, sino preocupación por parte de todos.
El joven dirigente, con apenas 18 años de edad y todo un futuro por delante, venía sufriendo cuadros depresivos con anterioridad. Incluso, intentó -afortunadamente sin éxito- convencer a gente de su entorno de que una medida drástica como la adoptada por él, también podía ser replicada.
Es una llamada de alerta a toda la comunidad. No sólo a las familias, sino a los establecimientos educacionales donde directivos, profesores, alumnos y apoderados, deben meditar en voz alta sobre lo que está acechando a nuestra juventud.
La preocupación del hogar, en primer lugar, con ejemplos claros cotidianos, debe ser complementada con la escuela, con el liceo o la universidad. El establecimiento compartido de buenos hábitos de convivencia, el desarrollo de una escala de valores definida y meridianamente asumible, la acción docente tolerante y repetitiva, así como potenciar las amistades positivas y profundas, son elementos que podemos asumir con tranquilidad, con serenidad, pero con urgencia.
Nuestra sociedad -pero en especial, los jóvenes-, estamos siendo bombardeados con mensajes mezquinos, egoístas, que buscan la obtención de recursos económicos por sobre cualquier otra consideración. Cómo obtener un éxito fácil, conseguir dinero fácil, escalar en la materialidad sin importar a quien se pise…son mensajes que a cada instante estamos recibiendo a través de los medios y de diversa forma, encubiertos en una publicidad evidentemente subliminal.
No sólo los radioteatros, las comedias televisivas, el cine popular, las noticias manipuladas son los elementos que hacen crecer en nuestros jóvenes un afán competitivo desmesurado, un ansia de tenerlo todo y un exitismo de oropel. También están las redes sociales que potencian el individualismo feroz.
Como nuestros jóvenes están en edad de formación, dichos mensajes calan profundo y se transforman en objetivos de vida. Objetivos que, si no se alcanzan al corto plazo, desarrollan frustraciones, depresiones, acumulan rabias, generan delincuencia.
Nuestros jóvenes están siendo manipulados y nuestra sociedad no está del todo sana. Por eso, debemos actuar entre todos, en una urgente catarsis generacional, con la definida decisión de construir una sociedad de valores, de equidades, de progreso, de oportunidades, pero para todos por igual.
Miguel Ángel San Martín Periodista.