Algo muy malo está ocurriendo en el Chile: codicia que engendra codicia. Voracidad económica. El moderno becerro de oro sigue siendo el billete y confirma lo que dijo Francisco de Quevedo, hace 400 años: "Poderoso caballero es don dinero".
La lista es muy larga. Incluye malos empresarios que incurrieron en cohecho, fraude tributario, destinación de fondos para campañas y otros. También candidatos y/o sus representantes, que los recibieron. En ella también figuran los que se desempeñaron en altos cargos en La Moneda y practicaron con entusiasmo el tráfico de influencias, al igual que los que facilitaron esta práctica.
Parece el cuento de nunca acabar. En los últimos días apareció el Partido Socialista invirtiendo miles de millones en empresas investigadas judicialmente, de las cuales tanto abominaba. ¡Y sin pagar impuestos! Todavía no terminaba el asombro cuando se denunciaron contrataciones irregulares por más de $ 31 mil millones en Codelco y también supuestos manejos irregulares de fondos en la Cruz Roja de Chile.
En la "lista de honor" también figuran honorables senadores y diputados. Suma y sigue. Ahí están los escándalos de concejales en viajes de capacitación falsos, boletas fraudulentas y mal uso de fondos fiscales. Por desgracia, se sumó a ella Bienestar de Carabineros, donde ya van casi $ 18 mil millones de pesos y más de 70 imputados. Y ya figuraba el Ejército, con una millonaria compra de tanques. La secretaria de un juzgado desapareció con los fondos depositados por diversas causas.
El deporte favorito de nuestros días es defraudar. Total, Impuestos Internos ya anuncia "perdonazos", y los pocos juicios en curso demoran tanto que terminan por prescripción o agotamiento de las partes. Antes a esto se le llamaba: "meter las manos en el cajón" (no había cajas registradoras ni computación).
Algunos pretenden, torpemente, excusarse en el bajo monto de la falta, delito, o como quiera llamársele. Otros alegan desconocimiento, ignorando, en circunstancias que la ley debe ser conocida por todos. La pregunta es una sola: ¿Qué te está pasando, Chile? Y no acepta la respuesta tonta.
Llegó la hora de hacer un mea culpa colectivo. Estamos al borde del abismo, en cuanto a desintegración moral. Lo que nos salva de caer en él es que todavía quedan millones de chilenos honestos que, sencillamente, se dedican a trabajar, ganarse la vida y luchar para salir adelante. No aspiran a recibir jubilaciones millonarias, como las de Gendarmería. No tienen dietas cuantiosas ni beneficios de ningún tipo. No gozan de prebendas ni de trato privilegiado alguno. Sencillamente, están ahí, luchando por el país.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.