Pensaba escribir en esta columna lo que creo que significan las elecciones primarias del domingo. Pero apareció un Santo Patrono del fútbol, San Claudio Bravo, y se echó a perder todo lo que los políticos estaban cocinando. Porque, si no lo sabían, el domingo es día de elecciones. Son primarias sacadas con fórceps y con poco gusto por parte del electorado. Entonces, uno se pone a pensar en que los instrumentos de una auténtica democracia no están alcanzando el nivel que nuestro país se merece. Considero unas primarias como un elemento absolutamente válido para legitimar a un candidato, con una participación abierta a los ciudadanos. La voz del pueblo, ejerciéndose con fuerza.
Pero esta vez creo que la munición está mojada. En vez de estallido, tendremos un auténtico cuetazo. Si analizamos las campañas previas de estas primarias, basadas en un par de debates en televisión y otros tantos en radio, llegamos a la conclusión de que no hemos tenido discusión de ideas, sino malos modos, recriminaciones mutuas, acusaciones cruzadas, bajo nivel...
La gente "no está ni ahí" con los políticos ni, lo que es más grave, con la política. Porque fueron los políticos los que alejaron la política de la gente. Y ahora cosechan los frutos de las abstenciones demostrativas del desinterés. Y, si me apuran, de esa "sanción moral y silenciosa" de los electores. Ese será el resultado del domingo: un silencio acusador del electorado.
Sin embargo, apareció "San Claudio Bravo" y se produjo un estallido social. La gente salió a las calles y volvió a corear el nombre de Chile, como una ola de esperanza y felicidad. O sea, el pueblo santificó a uno de los suyos, en representación de los demás que se pusieron la casaquilla roja y que el domingo concitarán de nuevo la atención general.
San Claudio nos puso en la final de la Copa Confederaciones y las primarias pasaron a un oscuro segundo plano. Y a tanta distancia, que no hay que ser adivino para afirmar que sólo unos poquitos decidirán quiénes van a ser los candidatos presidenciales.
Tampoco hay que ser sabio para afirmar, a la vez, que serán millones los que acudirán a la cita futbolística de las dos de la tarde, con la esperanza de que los rezos a San Claudio, San Alexis, San Arturo y compañía, sean escuchados y vivamos de nuevo ese estallido social por alcanzar la cima de una victoria deportiva que, además, tapa tantos males que aún perviven en nuestra sociedad.
Miguel Angel San Martín Periodista.