Chillán ha sentado un precedente simpático y significativo, a la vez. Celebra "pasar agosto" masivamente, en la Plaza de Armas, bajo la organización de la Municipalidad en conjunto con el club "Los Muchachos de Agosto". Esa acción ha sido reconocida y replicada en diversas ciudades del país, llegando incluso a ser conocida más allá de nuestras fronteras.
La genial idea de un grupo de amigos nos identifica como gente ingeniosa, que se toma la vida con alegría y que es capaz de sonreírle a la vejez, desafiando a los malos augurios de los inviernos.
Pero este simple hecho de destacar el "pasar agosto", nos permite reflexionar sobre lo que subyace en el tema, y que es ni más ni menos que el llegar a viejos en edad, manteniendo vitalidad y lucidez. Porque si bien las estadísticas nos indican que la población envejece aceleradamente y la natalidad disminuye, también hay datos preocupantes en cuanto a la reducción de oportunidades laborales para nuestros mayores.
Ser adulto mayor en Chile, o sea tener más de 60 años, pareciera ser un pecado a la hora de buscar trabajo o de aportar conocimientos y experiencia, remuneradamente. Los jóvenes irrumpen en el mercado laboral mostrando títulos, cartones y certificados que resultan contundentes para los patrones, a la hora de elegir. Y porque se conforman con menor sueldo de lo que les corresponde, ofreciendo modernas especialidades, complementarias a las funciones que postulan.
Los mayores, con su experiencia sobre sus hombros, con su sabiduría aprendida en vida, son capaces de exigir lo que es un derecho o reclamar lo que les corresponde en justicia.
Dicho en palabras sencillas, al patrón le interesa bajar costos y contratar jóvenes que, aunque inexpertos, van sacando la tarea con calidad deficiente. Los adultos lo pueden hacer mejor, pero exigen también los beneficios adquiridos en años de bregar.
Pasar agosto es una circunstancia. Pasar la vida recibiendo palmaditas paternalistas en la espalda es un despropósito, porque significa que a los de arriba no les importa la calidad de los resultados del trabajo. Es la pérdida de una oportunidad. Es el desperdicio de una experiencia ganada cotidianamente durante años. Porque en el rango social de los adultos, todavía queda mucho que aportar, mucha vigencia para desarrollar, mucha vida para avanzar.
El mundo alarga sus expectativas de vida. O sea, su población envejece. No desaprovechemos ese capital humano totalmente vigente.
Miguel Ángel San Martín Periodista.