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Simón Ergas: "Chile es un país amante de la pequeña regla"

En su reciente libro, "Delitos de poca envergadura", el escritor y el ilustrador Rafael Edwards abordan en 42 ficciones breves los puntillosos mecanismos de control que nos aplicamos para fiscalizarnos los unos a los otros.
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Hace poco, el largo brazo de la ley agarró a una niña inglesa de cinco años y multó a su padre porque la pequeña estaba vendiendo limonada, sin tener licencia, en un festival al aire libre en Londres. Conscientes de lo ruines que fueron, las autoridades se disculparon con la familia y levantaron la multa, avergonzados por las toneladas de pifias que recibieron.

Por cierto que en Chile algunos "rebeldes" enfrentan a diario desaguisados parecidos, toda una clasificación de casos que Simón Ergas y Rafael Edwards se dieron a la tarea de pesquisar para llegar a 42 relatos ilustrados que se toman y no se sueltan en "Delitos de poca envergadura" (La Pollera Ediciones). Entre ellos hallamos el del salvoconducto de mudanza implorado frente a un notario; el de una monja en pleno vuelo con un peligroso encendedor que es el talismán con el que prende sus velas devotas; las prohibiciones que llueven sobre Pedrito Balbontín y lo envuelven como a una crisálida o aquel que nos crucifica con el odiado spam del correo electrónico. Todos estos son los escenarios de estos breves cuadros delineados por Ergas y habitados por el imaginario en negro, blanco y ocre de Rafael Edwards.

El gran mal

El escritor Simón Ergas es uno de los fundadores de La Pollera Ediciones, un proyecto que se remonta al año 2005 y que ya cuenta con un catálogo interesante. Bajo ese sello publicó en 2011 "De una rara belleza" y el año pasado lanzó bajo Ediciones Oximorón la novela "Tierra de aves acuáticas", dos obras que transitan caminos muy diferentes a los cuentos de "Delitos de poca envergadura".

Ergas cuenta que la idea de este libro se le ocurrió en conjunto con Rafael Edwards, a quien conoció porque es amigo de sus padres y con quien la afinidad de oficios los ha ido uniendo: "Rafa ilustró el primer libro de La Pollera. Sin ir más lejos, ese primer autor fue su padre: José Edwards, un narrador de la generación del 38 que nunca publicó en vida. Desde ahí, seguimos colaborando en algunos títulos hasta que coincidimos en este conjunto".

-¿Por qué pusieron ojos sobre este tema?

-Es que nos vimos de pronto rodeados del gran mal, llámese guerras, violencia, corrupción, daño a la ecología, y no quisimos seguir dándole espacio ni siquiera en nuestras denuncias. Así que frente a lo peor, decidimos reírnos de lo menor. Y juntos nos pusimos a buscar esos mecanismos que nos mantienen controlados de manera cotidiana, que nos reprimen levemente, como una sanguijuela que chupa sangre sin llegar a matar.

Para Ergas, lo más interesante del trabajo en los relatos fue "afrontar estos episodios menores, o aparentemente menores, con la mirada puesta hacia lo huracanado. La típica tormenta en un vaso de agua. Tomarse en serio algo que no es serio, pero que perfectamente podría llegar a serlo si sumamos un episodio con otro y nos vemos día a día sometidos a la convivencia en sociedad. Exagerarlo todo. Fue un placer escribirlo y tratar así la realidad".

-Siendo universales, ¿crees que Chile se presta más para la ocurrencia de estos episodios?

-Si bien es algo que me parece universal, como dices, Chile es un país amante de la pequeña regla. Ese no pasar, el prohibido hacer algo, la ley antitabaco y la nueva moda de fiscalizarnos todo entre nosotros. Queremos vivir todos juntos, apretados, calentitos en ciudades, pero sin sentirnos los olores. Y ahí es donde las reglas de convivencia social entran en juego y se contraponen, subjetivas a veces, entre unas personas y otras.

-¿Cuáles de los relatos e ilustraciones son tus favoritos?

-Hay uno en especial al que le tengo cariño, porque cambió mi forma de escribir. Rafael lo tiene ilustrado con un perro poodle gigante. El delito en cuestión es recoger la caca de los perros. Me dio pelea: tuve que escribirlo cuatro o cinco veces y no me salía y no me salía. La dificultad me obligó a probar nuevas fórmulas y de pronto me di cuenta que un delito de poca envergadura podía ocurrir aquí, en otro país, en el pasado o el futuro o incluso en otro mundo donde los seres humanos no son los que gobiernan. Cuando pude resolver ese relato, todos los que vinieron se tiñeron de una ficción cada vez más diversa de nuestra realidad inmediata.

-¿Y hay historias reales detrás de estos delitos?

-Siempre hay algo. Cuando me puse a escribir, una de las dificultades fue armar el índice. Qué es delito de poca envergadura, qué no lo es. A veces pensaba en un delito que me importaba un huevo, pero que sí era de envergadura para otra persona. Entonces me pasé por el mundo un buen tiempo observándolo todo, mirando cada cartel con amenazas, buscando cada posibilidad de caer en cualquier tipo de falta y, en ese sentido, todas son historias reales, porque el índice está hecho de las reglas que nos mantienen a raya.

-¿Cómo vas perfilando a tus personajes?

-Concordemos en que en relatos tan cortos no hay mucho espacio para complejizar personajes. El trabajo que hicimos me lo imagino, curiosamente, desde la ilustración. Elegir un delito, buscar los ámbitos donde se puede romper esa regla, distinguir entre las distintas posibilidades desde donde puede ser contada una misma historia y ahí cerrar los ojos y dibujarlo a pinceladas suficientes como para vislumbrar al personaje en su circunstancia particular. Los personajes de este libro están construidos desde algo más emocional, porque lo que queríamos de ellos era su furia, su reacción.

LA VOZ DEL ILUSTRADOR

Ergas explica que nunca hubo textos pensados sin una ilustración. "Decidimos trabajarlo de manera biautoral, como un relato a dos voces que se complementan. Él es un ilustrador versátil y para este libro dio en el clavo con el tipo de imagen que necesitábamos: el exceso".

Rafael Edwards cuenta por su parte que estaba "expuesto desde niño al arte", que viene de familia, con su abuela pintora y su padre escritor y arquitecto.

-¿Cuándo empezaste a ilustrar?

-Según me han dicho, comencé a dibujar como a los tres años. Dibujaba herramientas humanas: martillos y alicates con cabeza y brazos. Ilustrar es una forma de aplicar el oficio y en eso, creo, comencé como a los 18 años.

-¿Qué es lo que más te gusta del oficio de ilustrador?

-Que se trabaja en conjunto con el texto, se comparte la historia y se cuenta desde diferentes ángulos.

-¿Cómo trabajaste los relatos?

-Creo que ambos teníamos una idea de cómo expresar el tema y estas expresiones eran complementarias. No era el delito en sí, sino la forma de abordarlo, dramatizarlo, cincurvalarlo o evitarlo, lo que nos hacía gracia.

-¿Tu relato favorito?

-Me gusta el del feriante árabe, el del inmigrante centroamericano, el del borrachito incontinente, el de la azafata...

-¿Por qué optaste por esa paleta de colores?

-Podría haber sido blanco y negro, porque para el tipo de representación el color no era un elemento necesario. Mientras menos, mejor. Opté por esa paleta para tener un cromatismo que acentuara el efecto de luz. Partiendo de negro, fui dibujando con blanco, como en los grabados en madera o linóleo.

-¿En qué estás como ilustrador?

-En transición. He dejado atrás la ilustración comercial y me he ido concentrando en el trabajo editorial, ahora abriéndome camino hacia el libro de imágenes, el relato pictórico, especialmente para un puúblico infantil.

"delitos de poca envergadura" es un trabajo que tiene los cuentos de Simón ergas y las ilustraciones de rafael edwards. Este es uno de sus trabajos.


"Delitos


de poca envergadura"

Simón Ergas y Rafael Edwards (ilustrador)

La Pollera Ediciones

184 páginas

$11.000

Por Amelia Carvallo

rafael edwards