Quedan tres días para que se inicie noviembre, mes que habitualmente produce un quiebre en los cambios de temperaturas en el sur del país. Los días con sol comenzarán a ser más frecuentes y los termómetros comenzarán a subir paulatinamente hasta llegar a su peack en los meses veraniegos.

Anticipándose a este escenario, es necesario advertir que nuestro país posee altos niveles de radiación ultravioleta, factor que hace que unos pocos minutos de exposición al sol sean dañinos para la piel.

Pese a ello, la mayoría de la población hace caso omiso a las indicaciones, y aunque en la actualidad son muchos más los que se cuidan, no todos utilizan las medidas de protección.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada diez personas tendrá durante su vida algún tipo de cáncer a la piel en el país, situación que alarma a los expertos, más aún cuando el cáncer -incluido el de la piel-, es la segunda causa de muerte y para el 2020 uno de cada tres chilenos lo padecerá.

Si bien la radiación solar es dañina durante todo el año, cuando llega el verano es necesario tomar los recaudos necesarios, sobre todo cuando se asiste a la playa y principalmente con los niños, debido a que la exposición al sol tiene sus efectos hasta dos décadas después.

Para esto es necesario, no solo el uso del protector solar, también son necesarias las gafas de sol, los sombreros y en el caso de los más pequeños, trajes de baño que cubran la mayor parte del cuerpo.

Se necesita, entonces, que como sociedad adquiramos una cultura de prevención, evitando efectos que nadie quiere en el futuro, como lo es el cáncer. En este sentido la prevención debe ir más allá de los cuidados en la playa, sino que cada vez que se sale a la calle, en especial si sabemos que demoraremos varios minutos en estas labores. Estas medidas, además deben ser extensivas al trabajo, en el caso de cumplir labores al aire libre.

Hoy en día, esta enfermedad cobra 25 mil víctimas y registra 45 mil casos por año en el país, no es necesario seguir engrosando las cifras.

Qué es la educación? Cuál es su finalidad? Será lo mismo, educar en cualquier colegio a un hijo? Cuál es el valor de un colegio aconfesional, o de un colegio religioso? Si la educación es un instrumento de la cultura, pero qué entendemos por cultura: dinámica o estática, vamos a replicar la cultura que hemos recibido o pretendemos hacer un agente de cambio cultural. Habrá calidad en educación sin el interés de los alumnos?

Son muchas preguntas que todo educador, alumno, apoderado, deben responder para lograr la anhelada educación. Sin ser profesor, por más de diez años, he llevado estas y otras preguntas al aula. Siempre sorprendido y aprendiendo de los alumnos que en algún momento de sus vidas comienzan a saborear la sabiduría de sentir que son parte de un todo. Descubren que son microcosmos y macrocosmos a la vez.

Desde las grandes interrogantes existenciales como la libertad, la diferencia entre el saber y el querer, sorprendiéndoles así el valor de la fuerza de voluntad; la construcción del futuro en un hoy, que se sustenta en lo ya vivido en el pasado. El aprendizaje y el sentido del respeto como constructor de la verdad que se construye con el otro. El valor de la democracia y de los valores de libertad, igualdad, fraternidad, son y serán grandes interrogantes que necesitan una respuesta. Y a la vez, experimentamos el valor de reconocer el saber cómo un microcosmo que se especializa en una determinada disciplina, surge así, la belleza de la física, química, biología, que responden matemáticamente a causalidades, cuya causa y efecto relacionados entre sí, sustentan la finalidad de cada disciplina.

Es la escuela la formadora de personas, que hacen suya la dicotomía entre: cuerpo y alma, naturaleza y cultura, individualismo y sociabilidad, fe y ciencia, mente y cerebro. La tentación es que cada disciplina ponga el acento en lo suyo y pierda la mirada complementaria que nos hace aprender del otro: alumno y profesor, son los acentos a los que podemos caer, sin darnos cuenta que la educación está en la "y" que configura el todo. Conversemos de educación y descubriremos que no hay asignaturas, sin proyecto educativo. En el proyecto educativo se juega el por qué voy al colegio y porqué hago todas las tareas de cada asignatura. Sólo así los estudiantes descubrirán que la calidad también depende de ellos, por eso, la educación necesita más filosofía y menos reggaetón.

Pbro. Alejandro Cid Marchant Licenciado en Filosofía. Obispado de Chillán

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