Ciencia e industria constituyen una dupla esencial. Sin embargo, hoy en nuestro país la primera es una actividad desvinculada de la segunda, con baja participación del sector privado y prácticamente invisible frente a la sociedad.
Una alianza entre la ciencia y la industria debiera promover, junto al Estado, la generación de ecosistemas adecuados para producir descubrimientos trascendentales en universidades, centros de investigación y empresas. Lamentablemente nuestras políticas públicas no han conseguido incrementar el impacto de la ciencia en la economía ni fortalecer su integración con las empresas. Por ello, se requiere un nuevo pacto que permita tanto aumentar emprendimientos de base científica que puedan crear industrias de alta tecnología, como potenciar instrumentos regulatorios que incentiven eficazmente la investigación y la innovación al interior de las empresas.
La ciencia está en todo lo que hacemos. ¿Por qué la vamos a separar artificialmente de la economía, de la educación, de la política, si nunca lo ha estado?
Indagando en los orígenes de la SOFOFA a propósito del premio Andrés Concha Rodríguez que recibí recientemente, descubrí que un físico y discípulo de Ignacio Domeyko, Luis Zegers Recasens, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, fue uno de sus más activos miembros en sus orígenes en 1883, conectando la ciencia con dirigentes sociales, políticos e intelectuales de la época y promoviendo su desarrollo.
¿No debiera ser nuestra propia historia el mejor incentivo para que iniciativas como la creación del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación garanticen la construcción de puentes efectivos entre la investigación y la industria, así como con los demás ámbitos de interdependencia e influencia de la ciencia? En este tipo de alianzas nos hemos jugado la identidad del país, y hoy más que nunca es necesario consolidarlas para el futuro.
Andrés Couve, Facultad de Medicina y BNI, Universidad de Chile.