La decisión está tomada desde hace meses. Regreso a vivir mis últimos años a la España que me acogió hace más de cuarenta años, cuando decidí echar el ancla, tres peregrinar por el mundo en un exilio injusto.
En el 2006 regresé a mi Chile, porque se me había metido en el alma el retorno a los paisajes naturales y sociales de mi Ñuble acrecentado por las añoranzas. Al salir por la fuerza de la sinrazón, aquellos paisajes se acrecentaron y el alma encogió con recuerdos permanentes.
Hubo quienes enloquecieron por la distancia, por las extrañas sociedades que les tocó vivir, por las culturas diferentes, inadaptables. Otros regresaron con el voluntarismo de la ausencia obligada. Varios comprendieron a poco andar que les habían cambiado el país y que debían volver a las diversidades de lenguas y costumbres ajenas. Retorno fracasado, vidas nuevas sin identidad, apátridas. Otro drama.
Le tuve respeto a tales circunstancias. Y me vine a saciar la sed de amor por el terruño, tratando de recuperar infancia y juventud. Regresé con esposa hispana, encontrando aquí a los amigos de antaño y a los nuevos que también me acogieron con la sinceridad que nos identifica. Fuimos muy felices en la sencillez de la vida provinciana, en gran ciudad que crece a ritmo de Región.
Ahora, llegado el momento de asumir jubilación y retiro, regresamos a la España de segunda Patria, donde me aguardan hijos y nietos para acariciar mi vejez.
Lo comunico en forma oficial y se abre un hecho de sorpresa, porque comienzan las despedidas y reconocimientos que me abruman. Soy afortunado porque me han permitido aportar a esta sociedad que amo. Y ahora reconocen mis sueños convertidos en realidad, mi retorno sin fracasos.
Busco explicaciones a todo esto y la respuesta la encuentro en un escrito que me envía Ana María Badilla, una rotaria a quien no conozco en persona, pero que tenemos sueños comunicacionales similares: "Te la has jugado por tus principios, por tus proyectos, ahora que estás en una etapa madura de tu vida y vas a cerrar un ciclo en Chile, no te extrañe que te hagan reconocimientos; recíbelos feliz porque te dicen cuanto has hecho, cuánto has influido en tu entorno, pero sobre todo, te dicen cuanto has crecido tú mismo. Tanto que vuelves a la esencia de la vida: tus amores".
Y tiene razón mi amiga de la virtualidad de las modernidades, porque me voy de regreso con la sonrisa en los labios, con el pecho henchido de amores y el alma repleta de paisajes naturales y sociales que perdurarán, esté donde esté.
Miguel Ángel San Martín Periodista.