Definir al hombre como un ser bio-cultural trae múltiples consecuencias que nos permiten entender muchas de nuestras acciones; por ejemplo, el temperamento, es consecuencia de nuestra composición genético-hereditaria y ante ella sólo podemos educar nuestro temperamento. Así ocurre también con nuestra historia, reconocer el pasado y el origen nos permite entendernos. Esto habla del carácter multifocal y multidisciplinario que configura nuestra identidad.
El ser humano como ser biocultural reconoce el valor biológico genético que sustenta corporalmente nuestro ser. Creer en un determinismo biológico poco o nada ayuda a entender al hombre, ya que nuestro cuerpo y antecedentes biológicos influyen, pero no determinan nuestro ser.
El carácter hereditario lo asumimos, reconociendo los márgenes de indeterminación que dan cabida al valor cultural; educación que logra influir en cada uno de nosotros. El ambiente o el quehacer que acompaña el carácter social influye en el tipo de persona que es capaz de relacionarse con su medio.
El carácter cultural y la educación que recibimos y traspasamos deben reconocer la importancia que ella tiene. Acompañar, iluminar, mostrar, son componentes de la tarea educativa. Es fundamental, ejercer una educación propositiva que respete la libertad del individuo. Como sujeto que reconoce la diversidad, valora el diálogo, el respeto de quien no pretende imponerse para determinar al otro. La unidad no es uniformidad, por eso debemos trabajar reconociendo que hay factores que influyen y no determinan la educación. No sólo traspasamos información, valores, concepciones de mundo. Debemos valorar lo que recibimos del entorno y comprometernos con el mundo que entregamos. No sólo porque repetimos lo que recibimos, sino porque interpretamos, cuestionamos y avanzamos en el diálogo aprendiendo del otro y con el otro.
El respeto surge del reconocimiento mutuo de las diferencias. Ser artesanos de la unidad, es una tarea pendiente para quienes valoramos la educación como proceso de transformación, reconociendo lo mejor de lo que hemos recibido. Surge así, una comprensión de la cultura y la educación como un fenómeno dinámico que está construyéndose. Por eso, valoramos el rol educacional y nos comprometemos con él, alumnos, profesores, apoderados, asistentes, cada uno aportando desde la diferencia. ¡Feliz año académico!
Pbro. Alejandro Cid Marchant Licenciado en Filosofía, Obispado de Chillán.