El escenario cambió drásticamente en sólo 24 horas. Ante el "colapso histórico" de las principales carreteras concesionadas del país, las autoridades reaccionaron, en un primer momento, anunciando las tradicionales "mesas de trabajo", que tan pobres o nulos resultados registraron durante el gobierno anterior. Súbitamente, gracias a un golpe en la mesa presidencial, el Ministerio de Obras Públicas otorgó a las empresas responsables 30 días de plazo para concretar soluciones a este drama, que se repite semanalmente desde hace varios años. Es más, ya esbozó que entre las primeras medidas deberá estar "un sistema de flujo libre", empleando el control electrónico tag, en las más importantes rutas de Chile.
Sin duda, el tema es de liderazgo y autoridad. Insisto en que las mesas o grupos de trabajo de hasta hace pocos meses se reunían mucho y no resolvían nada. Por razones que se desconocen, calificados expertos, pagados generosamente, se mostraban incapaces de solucionar nada. ¿Falta de capacidad? ¿De voluntad política? No importa: los resultados no existían y la ciudadanía continuaba sufriendo con "el sistema". ¿Se acuerda de la reforma de las isapres y de la compensación por la colusión del papel higiénico?
El tema de las carreteras -ahora se llaman rutas- ya no se sostiene. Y menos luego de conocerse, el martes último, que las concesionarias de las cuatro principales vías del país sumaron US$ 170 millones durante 2017. Es decir, un 11% más que en 2016. ¡Parece que el negocio no es malo, ¿verdad?
Lo importante ahora es no propiciar una solución sólo para los tristemente celebrados fines de semana largos, sino un alivio definitivo. Cuando se habla de cambiar las generosas bases de las concesiones, muchos parlamentarios y otros interesados se apresuran a invocar que esto sería ilegal, que lo pactado no se puede anular. ¿Y por qué no alzaron sus voces frente a la legislación del aborto, la pésima reforma tributaria y muchas otras importantes materias que ya estaban regidas por leyes?
La indignación ciudadana es grande y harían bien en tomar nota de ella los que ingresan tantos dólares a sus faltriqueras. La gente que tocó sus bocinas, gritó y formó escándalo en las rutas el fin de semana pasado es gente empoderada, muy distante de la pasividad de hace algunos años. Son personas que pagan por un servicio. Pero por un buen servicio. Esa gente no quiere comisiones, mesas ni grupos de trabajo, sino soluciones. El plazo de 30 días que se dio para encontrarlas es un primer paso. Ojalá lo sigan muchos otros. Y en todos los planos de la producción y servicios del país. Que lo ocurrido sea el fin de las aspirinas y parches sociales, de las sonrisas y de los "me enteré por la prensa" a los cuales parecimos acostumbrarnos el último tiempo.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.