Y llegó el día tan esperado. El Presidente Sebastián Piñera firmó el proyecto de ley que establece gratuidad para el 70% de los alumnos de familias más vulnerables que ingresen a la educación técnico-profesional a partir de 2019. En los años siguientes, el beneficio favorecerá al 90%. El costo inicial será de $ 19 mil 517 millones. Con esta medida, los jóvenes en esta modalidad llegarán a 160 mil en todo Chile.
Se trata, a no dudarlo, de un acierto, que mucho más allá de las marchas y las ideologías. Debió concretarse hace muchos años. Pero los "señores políticos", como los llamaba un exgobernante, prefirieron muchas veces concentrarse en banalidades, en el despacho de iniciativas de menor impacto, que solo respondían a necesidades menores y, las más de las veces, a sus particulares intereses electorales.
Las cifras son implacables y, sin desmedro de su importancia, demuestran que el país necesita con urgencia más enseñanza técnico-profesional. La nación exige profesionales que respondan a las demandas actuales, en infraestructura, informática, industria, minería, aeronáutica y otros múltiples campos.
No se trata de titular "maestros chasquilla" ni mucho menos, sino de dar acceso a la enseñanza superior a técnicos, por ejemplo, en electricidad, mecánicos, gasfíteres, en prospección y exploración minera y en muchos otros campos. Esto es lo que se precisa hoy, y no mañana.
El tema no es nuevo. En 1972, el entonces Presidente Salvador Allende causó escándalo con una frase en Guadalajara, México: "Chile necesita más técnicos. Un técnico profesional vale más que cien marxistas". Los rechazos no se hicieron esperar. Lo acusaron de traicionar su ideología, de privilegiar a ciertos "grupos de interés", etcétera.
Cuarenta y seis años después, la frase recobra actualidad. Sobre todo, cuando estamos con una sobredotación de profesionales, en particular en las áreas humanísticas. No es ningún misterio, y lo digo con mucho respeto, que esto ocurre en la pedagogía, en la abogacía y en muchas otras profesiones.
Es de esperar que el proyecto de ley, si bien perfectible, no vaya a enredarse en la oscura burocracia parlamentaria, donde muchos todavía no entienden que hay temas que son de Estado, que están por encima de los intereses partidistas, por muy legítimos que estos sean. Si el avance se produce, será posible esperar años más venturosos para el país, acordes con las exigencias del entorno actual.
No hay que dejar fuera el impacto social del proyecto, que abrirá las puertas de la educación superior a jóvenes modestos, que, en pocos años, podrán dejar atrás el presente y el pasado y trabajar no sólo para su sustento personal, sino también para el desarrollo económico y social de Chile.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.