Las excusas públicas que presentó el ministro de Educación por los dichos en que destacó la compra personal de condones a sus hijos (hasta tres diarios) y la potencia sexual de sus descendientes (no hay que sorprenderse: están en la adolescencia), aunque sean bien intencionadas, no son suficientes. Lo mismo vale para los errados dichos del ministro de Salud sobre el avance del SIDA, las palabras del diputado Urrutia y otras autoridades.
El tema no es de comunicaciones, como han pretendido explicar algunos. Más bien se trata de prudencia. Y, en chileno directo, de saber mantener la boca cerrada, sobre todo cuando los asuntos no competen a ciertas autoridades. Todo se puede decir, pero en la forma adecuada, en el momento adecuado y a la persona adecuada. Sin embargo, esta sabia máxima estuvo lejos de cumplirse. No es que los secretarios de Estado y compañía hayan estado "políticamente incorrectos", como se dice hoy, sino que, lisa y llanamente, "la embarraron".
Si no tienen capacidad para mantener silencio cuando deben hacerlo, sugiero que sigan un curso con el Presidente Sebastián Piñera, quien, en su segunda administración, está demostrando que aprendió el arte de callar y habla solo cuando corresponde.
Necesario es decirlo, para ser justos: hablar demás y en el momento inadecuado, con irrespeto por el prójimo, es una característica general de los chilenos. Muchos creen que hacerlo, y en tono fuerte es insolente, es "ganar" una discusión o una polémica. Falso: la recomendación es sabia: no alces la voz, mejora tu argumento. Aprende a practicar la escucha activa y a prestar atención a lo que dicen los demás.
En los casos de ministros de Estado, harían bien en concentrarse en lo que es propio de sus tareas. Aún están en rodaje y harían bien en dedicarse a estudiar lo que está pendiente, a fin de no incurrir en errores ni en contradicciones. Esto fue lo que sucedió cuando la ministra de Transportes y la intendenta de Santiago dieron a conocer la próxima restricción de los vehículos catalíticos, debieron ser sistemáticamente "corregidas" por sus asesores.
Cuando uno es autoridad, debe cuidar el doble sus dichos. Vivimos el siglo de las comunicaciones, en el que toda palabra mal usada, toda expresión inadecuada, todo error no forzado, se convierte en un autogol. Cuando esto ocurre en el Gobierno, se multiplica por mil. Ojalá los responsables de estos episodios recuerden siempre que no hay perder nunca la oportunidad de quedarse callado.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.