Los diminutivos. Este sí es un tema que siempre nos ha preocupado. Tenemos una altísima cantidad de trabajos periodísticos en que nos hemos ocupado de su reiterado uso.
Desde muy pequeños, hemos estado incorporados a esta cultura contagiante del ito y del ita. Nos costará superar sus límites.
De partida tenemos que entender que no estamos discutiendo la vigencia gramatical del diminutivo. De hecho, existe como grado del adjetivo, junto a los aumentativos y despectivos. Lo que se discute es el uso reiterado del diminutivo estilístico que conjuntamente tendría un carácter cariñoso. Lo que tiene, sin duda, en muchas ocasiones. Pero en la mayoría de los casos, es un vicio y como tal conviene desprenderse de él.
Existe el diminutivo gramatical, donde naturalmente, el objeto mentado corresponde a la realidad. La casita (del perro) es un diminutivo gramatical, porque es una casa chica. Abuelita es un diminutivo estilístico porque expresa cariño.
Pero ¿Qué sentido tiene esta recomendación de un conductor de la locomoción colectiva a sus pasajeros, solicitando espacio para los que suben?
¡Eh, niñito, por favorcito, córrase un poquitito! Atrasito hay espacio.
Evidentemente es una comunicación ridícula, que tiene el agravante de ser aceptada, como expresión de cariño o de cortesía no teniendo por qué serlo.
También como en el más o menos que publicamos una semana atrás, hay aquí material para la Sico y socio lingüística.
Procuremos hablar, sin acudir a estos inútiles refuerzos y hagamos participar en tan grata y pedagógica barca a los pequeños que nos rodean. Haremos un buen servicio a la armoniosa y rica lengua cervantina.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro Correspondiente
por Chillán de la Academia Chilena de la Lengua.