La solidaridad, el aporte desinteresado para ir en ayuda de quienes lo necesiten, es un bien notable que tenemos los seres humanos y que surge espontáneamente, movido por una sensibilidad interna de cada cual. Pero, cuando es escasa, produce tristeza, desazón y oscuridad. La solidaridad bien entendida no necesita de sacrificios desorbitantes.
Hay gestos solidarios sencillos, que solucionan un problema aparentemente pequeño, pero para quien lo necesita es algo grande.
Por ejemplo, hace sólo un par de días, tres instituciones de servicio público se pusieron de acuerdo en un hecho pequeño, pero auténticamente necesario. Los bomberos de Las Trancas son jóvenes voluntarios que entregan mucho de sí mismos, para proteger a los vecinos de la pre cordillera. Tienen muchas carencias para su labor cotidiana. Hace un par de meses recibieron una camioneta para cumplir su trabajo con mayor celeridad. Como no tenían baliza ni sirena para sus desplazamientos, recurrieron a su "padrinos", los socios del Rotary Club Chillán. Estos se pusieron en campaña y consiguieron una respuesta positiva, rápida y eficaz por parte de Carabineros. De sus vehículos dados de baja, sacaron la baliza y la sirena, y la donaron a los bomberos de Las Trancas.
Gestión feliz, sencilla, rápida, sin mayor coste. Pura gestión y pura buena voluntad. Hay pruebas mayores de solidaridad. Por ejemplo, dar vida. Y se da vida, donando sangre a los hospitales…o los órganos, llegado el caso de un inminente fallecimiento. Esa es la más noble y grande de las generosidades humanas. Hay mucha gente que vive la angustia de un futuro incierto ante la necesidad de un órgano para continuar viviendo. Ahí está la gran necesidad. Debemos responder con generosidad certera y convencido altruismo.
Chillán vive momentos interesantes porque los médicos de la salud pública consiguen éxitos en medicina avanzada. Acabamos de conocer el caso de un adulto que recupera su visión y que podrá seguir trabajando para sostener a su familia. O la historia de un pequeño que consiguió un hígado compatible con su vida recién iniciada.
La gente se conmueve ante estos casos. Pero los miramos desde lejos. Y cuando las necesidades se nos acercan, entonces pedimos con urgencia que acudan en nuestra ayuda. Debemos ser solidarios permanentemente. Para las cosas pequeñas y para los casos de vida. Ser donante de órganos y exigir a los familiares que se cumpla esto como última voluntad, es el supremo gesto de la solidaridad humana.
Miguel Ángel San Martín Periodista