Cada día más quedará en cierta evidencia la pugna entre las libertades individuales y las exigencias colectivas, muy probablemente por la dimensión y características del mundo de hoy: Buena parte de los fenómenos son globales, como la economía, el medioambiente, los conflictos bélicos y fenómenos como las comunicaciones y el desarrollo tecnológico. Nunca el mundo había sido tan pequeño y nunca el individuo había alcanzado tal nivel de oportunidades y desarrollo singular, al tiempo que jamás había estado tan dependiente de los otros.
Se trata de una de las ecuaciones más complejas de resolver en la era moderna. Cuántas libertades se entregan a la persona y cuántas se sacrifican en torno al bien mayor, de lo que llamamos sociedad.
Teorías, filosofías, partidos políticos son la marca indeleble de esta discusión, una de las más supremas y elementales.
Los síntomas son bien palpables: Las demandas por aborto libre, mañana por la eutanasia, o el matrimonio igualitario, cuestiones que aparecen como derechos reclamados desde la independencia individual.
Mas, paralelamente, exigimos del Estado la respuesta a problemas variados como la salud y educación gratuita, o la regulación de cuánto entregamos a los privados y cuánto a lo público en la generación de riqueza. No se trata de buscar cuál es mejor o peor, sino dar cuenta de un fenómeno enorme y que solo nos muestra que el mundo que hoy vivimos exige una visión política que está muy subterránea, quizás por la mala imagen de quienes ejercen la actividad.
Pero lo inquietante de lo anterior es que el silencio de la clase política, la falta de ideas y propuestas respecto de lo más básico es dramático y solo da cuenta de que esta es la verdadera crisis de la actividad.
¿Hay propuestas para Chile? ¿Hay propuestas para el mundo que viene? ¿La inteligencia artificial, la robótica, la economía? ¿Hay propuestas para el tipo de libertades que tendremos o todo será construido sobre el reclamo desde los márgenes?
Un camino así, no nos llevará a un mejor lugar y solo revela la pobreza de nuestra alicaída elite nacional, que debe ponerse en pie de manera urgente.