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Zurita: "El arte es también testimonio de una gran derrota"

A comienzos de los 80 Raúl Zurita se lanzó con "La vida nueva" obra que como frases escritas por el humo que trazaban cinco aviones en el cielo de Nueva York. Una década más tarde publicó ese libro a disconformidad. Sin embargo, al encontrar los manuscritos reescribió "La vida nueva", definitiva y final.
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La primera versión de "La vida Nueva" esta hecha de 15 frases escritas en 1982 en los cielos de Nueva York mediante el humo que trazaban cinco aviones.

Un libro puede ser tan inmenso como la vida de quien lo escribe o la época en que ha sido escrita. Por eso, cuando, excepcionalmente, un poeta reescribe un libro, lo que resulta no es solo un libro nuevo, sino una forma nueva de leer y escribir. Algo así sucede con "La vida nueva", el libro que Raúl Zurita, Premio Nacional de Literatura del año 2000, publicó a comienzos de los años noventa anhelando que fuera una obra total. Sin embargo, al publicarla sintió más decepción que satisfacción. Tuvieron que pasar más de 20 años para que la "versión final" de ese libro viera la luz. Sin embargo, durante todo ese tiempo no sólo cambió él, sino el mundo al que le cantaba en ese libro. También cambió su forma de ver a Chile, desde la euforia a la decepción. Conversamos con Raúl Zurita por la reedición de "La vida nueva", libro que entrecruza imágenes de ríos, sueños de pobladores y lenguajes que parecían inconmensurables.

-¿Cuánto cambió "La vida nueva" desde su primera publicación?

-Cambió mucho. Publiqué La vida nueva el año 1994, en una época de euforia porque se había terminado la dictadura, o por lo menos se había terminado Pinochet. Pero los 25 años que siguieron fueron años de desilusión, de desencantamiento, de darse cuenta que estamos en un sistema que, si bien puede tomar distintas formas, funciona bajo la preservación de los intereses de unos pocos por sobre la mayoría. En esa época, cuando salió publicado, tuve la sensación, al verlo impreso, de que todavía no estaba terminado y que me había apresurado en publicarlo, a pesar de que me tomé mucho tiempo. Tuve la sensación de que varias cosas que había dejado afuera en realidad no estaban bien asimiladas. Y así me pasé 25 años corrigiéndolo. Pero me faltaba el original que había entregado a la editorial y que no era igual al que había salido publicado. Lo encontró un profesor francés después de varios años y ahí pude terminarlo definitivamente.

-¿Le interesaba particularmente reescribir su libros?

-No. Purgatorio y Anteparaíso son libros perfectos. Suena un poco ostentoso, pero en realidad no se puede quitar ni sacar ni un punto de ellos. Por otra parte "La vida nueva" y mi libro "Zurita" son obras totales, obras que recogen y representan lo máximo que yo puedo hacer como poeta. He revisado poemas en esta edición de "La vida nueva" al punto que ningún poema es igual al de la primera edición. Pero no me parece que sea una corrección. No es una traición encontrar y escribir tu presente.

-¿Y qué le parecen las reescrituras de las obras, en general?

-A mi las obras que me importan son las equivalentes a lo que es una vida, aquellas en las que se deja algo inconcluso sabiendo que es así. Se ha puesto más o menos de moda la literatura "menor" en cuanto a su espectro, se vuelve mucho sobre lo biográfico, y eso no me interesa.

-¿Por qué no tienen ambición? ¿Por eso no le interesan?

-Quizás. Yo estoy bastante a contracorriente. El momento en que publiqué "La vida nueva" era una época en que se habían acabado los grandes relatos y era necesario crear nuevos. Se habían terminado los sueños por el triunfo absoluto del capitalismo, pero había que inventar, nuevamente, otros sueños. Esa es la lucha por un mundo justo, por un mundo que sea una obra de arte. Por eso me interesan las obras que sean equivalentes a la humanidad entera.

De ballenas y biblias

-En La vida nueva hay muchas referencias a otras obras. ¿Qué tan importante fue su lectura de Moby Dick, Melville?

-Lo de Melville fue para mi una gran lección, cuando parte su libro con todas las referencias a las ballenas. Yo lo repito en la sección de los ríos. Ese cosmos se fue construyendo mucho desde la infancia, cuando mi abuela me leía pedazos de la Divina Comedia, pero, a la vez, fue fundamental mi encuentro con los poetas mapuche, como Lionel Lienlaf y Elicura Chihuailaf. Esa cosmovisión está presente de alguna forma en la primera edición de La vida nueva, pero luego de 25 años, con algo más de cancha y de oficio, pude resolverlo correctamente. Fueron muchas las fuentes que fluyen en la escritura de La vida nueva. Son muchas las tradiciones que aparecen. Pero aún así no era suficiente, pues el arte es también testimonio de una gran derrota. La tarea no era escribir poemas era hacer de la tierra entera un lugar de justicia e igualdad. Sin embargo, lo que vemos hoy día es un espectáculo horrible de destrucción. En este momento hay una ciudad que está siendo bombardeada, hay cientos de personas que están siendo torturadas. Aún así, creo, hay que seguir, hay que persistir.

-¿Qué tan importante fue La Biblia?

-Importantísima. Hace mucho tiempo tuve un amigo que estudiaba para cura y me mostró a Isaías y nunca más dejé de leerlo. Isaías es un poeta de una dimensión gigantesca y fue crucial para mi escritura. La lectura, sobre todo de lo que se llama Antiguo Testamento, es importante, porque ahí están representadas todas las pasiones humanas. Es, para mí, una fuente inagotable.

-En La vida nueva también emerge la figura de Dios. ¿Cómo fue para usted tratar con esa imagen?

-La imagen que emerge de Dios en La vida nueva es la imagen que tengo yo. No creo que Dios exista, pero de repente existe. Eso fue lo que experimentó el pueblo judío cuando se vio salvado de una muerte inminente ante el Mar Rojo, perseguido por el faraón. El pueblo no tenía ninguna salvación y lo ayudó a cruzar. La poesía, asimismo, es la esperanza de lo que no tiene esperanza, es que se abra el mar justamente cuando no hay ninguna esperanza. Yo creo que los grandes libros arcaicos, como el Éxodo, junto a otros textos, como el Mahabhárata o la obra Homero, levantan una literatura inaugural que recogen un habla de dimensiones colosales. La Biblia, como la Ilíada y la Odisea, son obras que están escritas como si la escritura fuera el único sustento, el único gran sustento de la vida.

-La vida nueva, como el libro de Génesis, habla de los ríos.

-La imagen de los ríos que parten del cielo está presente en todas las culturas. En el Mahabhárata (texto épico-mitológico de la India) los ríos descienden y llegan a las cumbres y siguen descendiendo, llegan al mar y el mar no los detiene, y emergen por otro lado. En los mapuches pasa algo similar, emergen del cielo donde están representados los espíritus de los antepasados. Esa imagen representa algo profundamente enigmático, algo que no logramos comprender y que, sin embargo, está allí, frente a nosotros.

Cosmogonía mapuche

-¿Qué hay de inexplorado en la cultura mapuche?

-La relación con la naturaleza y la comprensión que tiene de la vida es de una profundidad enorme, lo mismo que sus mitos de fundación. Ellos representan un poema en sí mismo. Traen los ríos de los ríos de los que hablan y traen los bosques que cruzan. Por eso fue criminal la intervención de Chile de expropiarle sus tierras, quitarles su territorio y destruir el bosque nativo. Y, sin embargo, así y todo, siguen apareciendo poetas jóvenes, para que algún día, como decía, celebremos estar en este mundo y nunca más nos entristezcamos.

-¿Parte de esa desilusión que ha mencionado tiene que ver con el tratamiento con la cultura mapuche?

-Sí. No es una novedad, porque el poeta mapuche Elicura Chihuailaf me dijo alguna vez que ahora los chilenos nos quejábamos por la violación de los derechos humanos, por los secuestros, por los desaparecidos, pero la violación de los derechos humanos con los mapuches ha sido centenaria. Tiene cierta lógica y yo la comparto.

sueños y naturaleza

-En La vida nueva se recogen relatos de sueños narrados por pobladores. ¿Cómo recuerda esa experiencia?

-Fue tremendamente impactante. Hicimos una acción de arte en el año 1979 y fue algo bastante fuerte, sobre todo para su época, que mezclaba la cultura clásica con la naturaleza y animales que pasaban en medio de un lugar público de venta de comida. Allí se veía la marginalidad y la emergencia de un mundo que se está reconociendo y que está brotando. Fue eso lo que intenté rescatar de esos testimonios. Creo que los poetas representan el último estado de un lenguaje y de todas estas cosas, debe surgir una lengua nueva, pero no porque diga con bonitas palabras las cosas feas, sino porque todas las cosas son cosas buenas.

-¿Cuánto ha cambiado la poesía en Chile en los últimos años?

-Tengo poetas que admiro y que he seguido durante todos estos 25 años, que admiraba y que sigo admirando. Aún así, estos veinte años de poesía han sido extraños. Porque, por un lado, hubo una negación del discurso épico, pero después se quedaron sin poder representarlo. Por eso me interesa la obra de José Ángel Cuevas, que habla nostálgicamente del pasado.

-¿Qué tan importante es la naturaleza en "La vida nueva"?

-La naturaleza para mí es el gran telón en que la pasión va construyendo. Los paisajes son los receptáculos de todas nuestras vidas. Por ejemplo, es curioso que en Chile tengamos el desierto de Atacama, y los colores del desierto son los más parecidos a los de la cara humana. Hay una relación entre la humanidad y el entorno que es un maridaje. Si llega a ser un matrimonio feliz, nace la poesía. Si es un matrimonio infeliz, puedes ser un fascista.

-¿Qué le interesaba al llevar sus poemas a la naturaleza?

-Me interesaba porque el cielo es un lugar donde los humanos han mirado toda la vida su destino. Me imaginaba que sería bello ocupar ese mismo cielo para mostrar la poesía. Estas ciudades, estas megalópolis contaminadas, nos alejan de la presencia de la naturaleza, y, sin embargo, la naturaleza reclama su presencia. Como decía, la naturaleza refleja las pasiones humanas, y por eso, lo que se ganó en la naturaleza, no se perderá en la realidad de la carretera.

cuando era un niño, la abuela josefina de raúl zurita le leía distintos pasajes de la divina comedia.

Por Cristóbal Carrasco

wilson gajardo

"La imagen que emerge de Dios en 'La vida nueva' es la imagen que tengo yo. No creo que Dios exista, pero de repente existe".

wilson gajardo