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El sentimiento carnicero del mundo

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Día tras día, João se acuesta a leer la historia de Carlos y Elza, la alemana. Hasta ahora no ha leído su propia historia en ningún libro.

João piensa en el instante en que pasará de ser lector a cuando se ponga a contar su historia. A veces se duerme a mitad de las letras y en el sueño se transfigura en personaje y despierta narrado, insano, y una vez más se pasa de la alfombra a la cama, del sofá a la alfombra, o del piso frío de la cocina al abrigo cálido detrás del refrigerador.

-No te dije que leer así desavisadamente causaría daños irreversibles. No te dije que lo mejor era que el chico fuera al colegio técnico, tuviese profesión, posición en la vida. Que va... Allí se metió con los libros, blanco que da lástima, no agarra sol, debe tener telarañas en la comisura de los dedos. Otro diría: lado desordenado del mundo nada más. Mi abuelo Eclesiastés: todo es vanidad. João se imagina una historia, por lo tanto, una historia que comienza como comienzan las historias del mundo: un hombre que encuentra una mujer. Una mujer de siempre pero con un rostro como nunca, después de que algo se ha bebido antes. El hombre besa a esta mujer y ella lo besa también. (Mientras tanto, la historia de una mujer que tenía una novia que, al pelearse con ella, decidió entregarse a un hombre, que era él. Él entonces queda a cargo del poder de devolver al patriarcado de Pindorama su condición primera. El comentador canalla, al ver el fracaso, diría, no era falta de pene, era exceso). Eso no lo imaginaba. Imaginaba poco, el joven sufre tanto porque imagina poco, sus fantasías se limitan a cambiar el mundo, siempre a la imagen de su ignorancia.

Pensó en agregarle detalles ornitológicos, geológicos, sexuales, ginecológicos, dependiendo del carácter de la narrativa. Darle verosimilitud, dar la impresión de que no era virgen, que sabía de lo que hablaba. Contar la historia en otra lengua, cambiar el nombre de la fulana. Todo esto parecía adolescente. Y a él le es tan ajeno aquello conocido como psicología de las chicas. Él ya había vivido esto antes. Una historia repetida, vivida como nueva. Una necesidad de fabular.

Entonces pensó en una historia distinta de un hombre que tuviese dos mujeres y que, un feliz día, ambas le pusieron los cuernos. Que cayese en contradicción profunda, por verlas haciéndole a él, lo que él, de cierta forma, les hacía también y que se vio preterido por ambas. (Años después, al releer aquellas líneas adolescentes, preferiría urdir una orgía con las dos, y lo que sucediese después en la historia importaría poco. O además una orgía con animales, los animales predilectos: pequeños conejos, perros, chimpancés y la apoteosis con burros. Pero eso él lo pensaría después, entre la madurez y la nueva decadencia).

Alves-Bezerra

Ediciones Lom 92 páginas 7 mil pesos


"Cuentos de zoofilia, memoria y muerte".

Extracto del libro Por Wilson Alves-Bezerra