La sencillez que enmarcó el homenaje a Lucho Gatica en la apertura del Festival de Viña del Mar fue un símbolo de una de las principales características de quien, con justicia, fue llamado el "Rey del bolero". Es más, constituyó un tardío reconocimiento a quien, en el mismo escenario de la Quinta Vergara fue pifiado hace una década por muchos que no entienden ni entenderán lo que significó en la música mundial. Lo abuchearon por cantar con playback, debido al paso de los años que desgastaron sus cuerdas vocales. Lucho, con tranquilidad, respondió: "Sí, pero yo hago play back con mi propia voz". ¡Y tuvo razón!
Pero esa columna, que de farandulera no tiene nada, quiere apuntar a importantes diferencias entre los astros de ayer y de ayer. Lucho Gatica y toda su generación (Antonio Prieto, los Cuatro Hermanos Silva, Sonia y Myriam, Raúl Videla, etcétera) fueron grandes cantantes, que no dependieron de la electrónica ni del ingeniero de turno para apoyar la calidad de sus voces. Simplemente, se impusieron por su calidad. ¡Y sin exigencias extrañas!
El abismo que separa a los triunfadores de ayer y de hoy son los llamados "requerimientos" que formulan los que llegan a un escenario. Los de ayer, sólo subían a cantar, sin mayores exigencias. Hoy, asombra saber que Marc Anthony, el salsero puertorriqueño, demandó un vino de determinada marca, que no está en Chile y cuesta $ 260 mil la botella. Como no había, la traerá personalmente…y la cobrará naturalmente. También pidió chocolates de cierta marca y snickers, además de bebidas energéticas y velas blancas.
Un dúo reggeatonero requirió un Boeing para venir con todo su equipo, además de jengibre, golosinas y temperatura permanente de 21 grados en su habitación. Por ahí, una cantante exigió pechuga de pavo, papayas, melón, sandía y un espejo de cuerpo enero: Otra pidió alimentación vegana. Y no faltaron los que solicitaron mantequilla de maní, frutos secos variados, 24 botellas de agua mineral y chiclets de menta.
Como era de esperar, a todos les dijeron que sí. Al parecer, si rechazaban sus demandas el futuro del mundo estaría en peligro. Ahí radica el contraste entre los grandes de ayer y los de hoy. Los de antes no necesitaban sábanas con patas de jaiba ni bebidas estimulantes, ni camarines con determinadas fotografías, ni nada. Simplemente se presentaban, cumplían con su trabajo, no se sentían superiores ni amos del universo. No enviaban mensajes políticos ni pronunciaban discursos ni lloraban ni les daban crisis en el escenario o en los camarines. Claro, cobraban, pero bastante menos que los de hoy. Y después de cantar o actuar, y no antes, como se estila hoy. La diferencia está entre ser grande de verdad y soñar con horizontes de grandeza. Sería bueno que muchos astros y estrellas festivaleras viñamarinas aprovecharan la cercanía del mar y se dieran un baño…de humildad.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.