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Conciencia sobre el cambio climático

Mientras los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera crecen rápidamente, en las regiones apuntan a generar acciones concretas.
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Este sábado, Chillán se sumó a centenares de comunas que conmemoraron la "Hora del Planeta" apagando por una hora sus luces para generar conciencia en torno al cambio climático y comprometerse con el cuidado del medio ambiente. La actividad, que es promovida a nivel mundial por Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), impulsa acciones voluntarias pero a gran escala, de manera que tengan un impacto global.

Hoy en día casi nadie desconoce el impacto que el ser humano está generando en el planeta y sus efectos son cada vez más notorios. Un informe del "Estado del clima 2018" de la Organización de Meteorología Mundial (OMM), publicado este jueves, indicó que el año pasado se produjeron 1.600 incendios en el mundo a causa del calentamiento global. El informe de la OMM recalca que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, que eran de 357 partes por millón en 1993, han crecido hasta las 405,5 partes por millón en 2017 y se espera un mayor incremento durante el 2019. Por ello, el secretario general de la ONU agregó que se deben reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% durante la próxima década y en su totalidad en 2050.

Entretanto, a nivel regional ya han comenzado a adoptarse acciones concretas para medir el impacto del cambio climático y tomar acciones. En Biobío acaba de anunciarse la creación del primer Observatorio Territorial del Cambio Climático, iniciativa pionera de la Asociación Regional de Municipalidades con universidades (UdeC, UCSC y UBB) y empresas privadas (Corma, Asipes, Cmpc, entre otras), que apunta a minimizar los efectos, mitigar los riesgos y buscar el beneficio social y el bien común de las ciudades ante los impactos causados por el cambio climático.

Ñuble tampoco se queda atrás, ya que investigadores de INIA Quilamapu realizarán mediciones de temperatura, contrastándola con información satelital e inteligencia artificial con la finalidad de generar la primera base de datos de cultivos con información térmica de especies y variedades, y un análisis de los suelos más óptimos según temperaturas para cultivos. Se trata de la primera iniciativa que busca "aprovechar" el cambio climático para potenciar a la agricultura. La investigación proyectará las condiciones por los próximos 15 a 20 años.

Sin embargo, lo anterior debe ir ciertamente aparejado con una mayor conciencia cívica y empresarial para reducir los niveles de carbono y de desechos. En este último aspecto cobra relevancia la campaña municipal para fomentar y generar una cultura en torno al reciclaje en Chillán. Multiplicar este tipo de medidas requiere voluntad, ingenio, pero sobre todo cariño por el planeta y el medio ambiente.

Cuaresma de fraternidad e inmigrantes

El informe "Estado del clima 2018", de la Organización de Meteorología Mundial, reveló que el año pasado se produjeron 1.600 incendios a causa del calentamiento global. Cuaresma llama a una conversión de corazón con una expresión concreta en favor de los inmigrantes.
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Estamos en Cuaresma, tiempo litúrgico en que los creyentes desde el Miércoles de Cenizas (6 de marzo) y hasta el Domingo de Ramos (14 de abril) mediante la oración, la austeridad y la solidaridad se preparan espiritualmente para conmemorar la Resurrección de Jesucristo. Es en este tiempo, que ya desde el año 1982 la Iglesia Católica en Chile organiza la Cuaresma de Fraternidad que tuvo antecedentes previos en Estados Unidos y Europa motivados por la encíclica Populorum Progressio (1967) del papa Paulo VI donde se invitaba a buscar los "medios concretos y prácticos de organización y cooperación para poner en común los recursos disponibles y realizar así una verdadera comunión entre todas las naciones".

Para el caso de nuestro país, durante los años 2019 a 2021 el fruto de esta campaña estará enfocado para apoyar iniciativas en favor de los inmigrantes, fenómeno común a nivel planetario y por cierto, también a nivel local.

A pesar de lo que a priori se pudiera creer, la inmigración en nuestro país no es nueva. Llegadas masivas de personas de origen extranjero ya se vivieron en el pasado. En efecto, el primer flujo se inició a mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX con la llegada planificada de europeos, principalmente españoles, italianos, alemanes, noruegos, polacos, yugoslavos, ingleses y franceses quienes vinieron como colonos para poblar y potenciar la industria y exportación de materias primas de regiones específicas de Chile. El segundo, entre 1885 y 1960, está asociado a comunidades árabes y asiáticas, quienes impulsaron nuevos rumbos comerciales. El tercero, desde fines del siglo XIX con la llegada de latinoamericanos, principalmente peruanos, bolivianos y argentinos buscando mejores expectativas económicas.

Actualmente la motivación para llegar a nuestro país no obedece a un proceso planificado como fue el primer flujo mencionado, ahora se mezcla (i) la inestabilidad política, económica y social de los países de la región, lo que implica dificultad para trabajar, educarse, formar familia o derechamente persecución por razones ideológicas en que se puede ir la vida, con (ii) la búsqueda de oportunidades de desarrollo económico.

El resultado es que se ha sobrepasado todas las posibilidades de acogida y atención, especialmente de los migrantes más pobres, tanto a nivel gubernamental como de las organizaciones de la sociedad civil y de la pastoral de la Iglesia. Así es como desde una población extranjera de 416.000 personas que había en 2014 se pasó a una población de 966.000 en 2017, según fuentes del Ministerio del Interior. Lo que motivó a que con carácter de urgencia se modificara la insuficiente política migratoria, logrando amainar el ingreso de extranjeros. Sin embargo, el problema ha quedado instalado y requiere solución que no es tan sólo desde la autoridad, sino que necesita el concurso de todos nosotros. Una manera de que esta conversión de corazón a que llama la Cuaresma tenga una expresión concreta en favor de los inmigrantes es apoyar esta campaña que generará iniciativas en su favor.

Diácono Guillermo Stevens Moya,

Delegado Vicaría de Pastoral Social. Obispado de Chillán.

Viñateros: De la crisis a la asociatividad

He contactado a la Asociación Nacional de Cooperativas de Chile, quienes junto a Copelec, acompañarán el proceso de formación de cooperativas de viñateros.
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La creación de la región de Ñuble permitió visibilizar nuestra realidad social y los desafíos de nuestra zona. Dentro de ellos, la crisis de los productores del vino del Valle del Itata constituye un imperativo ético del cual debemos hacernos cargo. En ese escenario, nuestra condición de región es una oportunidad histórica para revertir dicha crisis.

Como provincia dependiente del gran Biobío, esto nunca fue tema de focalización de recursos ni desarrollo de planes integrales para cambiar la condición estructural de pobreza del Valle del Itata. No obstante, el Plan de Zonas de Rezago permitió coordinar la inversión pública en la zona, hacer diagnósticos y proponer caminos de solución. Hoy al ser región, debemos implementar dichos caminos, con una planificación de corto, mediano y largo plazo, con un sistema de monitoreo de implementación y gestión cuantificable y evaluaciones asociadas a resultados y no sólo a coberturas.

Así, la existencia de cerca de 5.000 productores de vino en el Valle del Itata, con un promedio de 2.5 hectáreas que producen 40 millones de kilos de uva, pero se comercializan sólo cerca de 5,5 de ellos, constituye una riqueza cultural de la zona y representa la perseverancia de nuestros viñateros, pero es una fuente de dispersión inexplicable en nuestro modelo económico.

Esto constituye una ventaja comparativa para el comprador, quien al negociar 1/1 posee mayor capacidad para condicionar precios. La falta de infraestructura de almacenaje, conservación o elaboración es otra ventaja del comprador. En una economía competitiva donde las ventajas productivas o comerciales equivalen a ingresos para quienes las ostentan, no creo que los viñateros del Itata estén en condiciones de dejar en la mesa una cantidad significativa de recursos.

Por ello, es que una primera aproximación debe ser el fortalecimiento de la asociatividad para optimizar procesos y aumentar su poder negociador de precios. Debemos potenciar la formación de cooperativas que agrupen a números razonables de productores, dotarlos de infraestructura para almacenar y procesar sus productos y finalmente apoyarlas en su cadena de comercialización. Así, las ventajas que hoy tienen los compradores, se traspasarán a los productores cooperados y su poder de negociación de precios será mayor, por tanto, sus ingresos individuales serán mayores. Es decir, ganan todos.

Este proceso requerirá de apoyo especializado. Para ello he contactado a la Asociación Nacional de Cooperativas de Chile, quienes junto a Copelec, acompañarán el proceso de formación de cooperativas de viñateros bajo la coordinación del Ministerio de Agricultura. Esto implicará un cambio cultural, donde la confianza entre productores y la profesionalización de los procesos serán los esfuerzos iniciales. Luego, se requerirá de inversión pública a través del INDAP, CORFO y Gobierno Regional para financiar infraestructura necesaria.

Después vendrá la etapa de asesorarlas en el proceso de apertura de nuevos mercados con la experiencia de ProChile. Es decir, orientar los esfuerzos del sector público para crear un círculo productivo virtuoso basado en la asociatividad.

Creamos la región de Ñuble para ayudar a un mejor vivir de nuestros habitantes. Los viñateros constituyen un patrimonio de nuestra región y, al decir de un importante enólogo internacional, pueden convertirse en el sustento de la región por sus características y cotización internacional. El tema es ser capaces de orientar los esfuerzos y poner las mejores capacidades y voluntades para transformar esta crisis en una oportunidad.

Felipe Harboe Bascuñán Senador de la República