Mucho hablamos del abuso de poder, de distintas formas en que se ejerce la violencia sobre otros. Sabemos que existen personas en condiciones de vulnerabilidad y que hay también espacios donde la asimetría marca las relaciones humanas. Algunos deben solo obedecer o acatar porque el lugar que ocupan es más "desventajoso" respecto de los otros.
Seguramente cuando reflexionamos sobre esto pensamos que estas situaciones no debieran darse, que dañan a otro que muchas veces tiene la sensación de que no puede hacer nada. Esta realidad es la que viven a diario muchos niños o menores de edad que una y otra vez son vulnerados por una dinámica social que pareciera ser aceptada por todos. Cuando imaginamos a un menor vulnerable inmediatamente lo asociamos a condiciones de deprivación socioeconómica o incluso afectiva, pero la verdad es que muchos niños, como el tuyo o el mío se sienten cotidianamente vulnerados por otros. En el colegio, en la casa, en los distintos espacios que no han sido construidos pensando en ellos.
El mundo de los adultos es muy poco comprendido por los niños y no por dificultades cognitivas sino porque les enviamos una serie de señales erráticas y mensajes incoherentes que lejos de ayudarlos les generan angustia y temor. Nosotros los adultos les pedimos que confíen en nosotros cuando tienen dificultades, que se acerquen, que sean críticos, que sean solidarios, que resuelvan sus conflictos pacíficamente, que escuchen a los demás, etc., pero ante la mayoría de las situaciones que les generan ansiedad no les consultamos o decidimos por ellos, no les creemos o a veces ni siquiera los escuchamos.
Hace un tiempo uno mis hijos me manifestaba que no quería ser adulto. Los adultos los pasamos a llevar en la calle mientras caminamos, les hablamos siempre "desde arriba", si corren los regañamos y si además se caen porque corren hasta los castigamos.
Una sociedad no puede ser desarrollada ni verdaderamente humana cuando sus niños lo están pasando mal sin que nos detengamos a escucharlos.
Paulina Benavente Obispado de Chillán