El tema no es nuevo. Desde hace muchos años se vienen denunciando los abusos que cometen los laboratorios, farmacias y parte de los médicos chilenos, en los precios de los medicamentos. Tampoco es nuevo que existen facultativos que prescriben medicamentos del más alto costo, sin importarles el bolsillo de los enfermos. ¿No saben o no quieren saber sobre genéricos y bioequivalentes, aunque existen opiniones más que autorizadas sobre sus ventajas? En los últimos días, a raíz de la explosión social, el tema saltó nuevamente a la palestra. La reforma que preparan las autoridades obligará a los facultativos prescribir los fármacos de menor valor o, por lo menos, informar al paciente sobre alternativas.
En este escenario se difundió un informe de la Fiscalía Nacional Económica, que denuncia no sólo los excesos, sino que se refiere a algunas de las razones determinan que Chile figure como uno de los países con los más altos costos del mundo. Entre ellas, figura una práctica que bien podría llamarse colusión: los laboratorios, origen de la venta, destinan US$ 210 millones anuales a "marketing", anglicismo y eufemismo que incluye "invitaciones", "premios" y "estímulos" a los médicos que prescriben productos de marca. Encubren el tema planteando que se trata de invitaciones a participar en "congresos científicos" o "visitas a centros de investigación". Para tal efecto, convierten a los galenos en cómplices, que prescriben fármacos costosos, y hasta señalan que no pueden ser reemplazados por bioequivalentes o genéricos. Algunos más audaces, advierten que no son lo mismo que lo que ellos ordenan, pese a muchos y autorizados argumentos que opinan lo contrario.
El paciente chileno, por decenios sumiso, comenzó a entender que está sumido en un círculo infernal: laboratorios, médicos y farmacias. Es por eso que celebra la reforma en marcha (ojalá se aplique con urgencia) y, a la vez, se pregunta por qué no se implementó antes. El Colegio Médico, organización muy politizada y que muestra siempre gran entusiasmo al criticar políticas públicas de salud, en esta ocasión se ha mostrado tímido. Algunos de sus dirigentes han insinuado que sería virtualmente imposible la prescripción por desconocimiento de los nombres, excusa que no se sostiene en ningún escenario.
Estos excesos sistemáticos son parte de la crisis que hoy afecta al país. Palabras como colusión y coima son duras. Pero a veces reflejan la realidad. Durante decenios nadie hizo caso, pese a que la práctica bordeaba y bordea el escándalo. A ver si ahora, en atención al nuevo clima antiabusos que existe en el país cambian de actitud.
Esta columna no apunta a los buenos y correctos médicos, que ejercen honestamente la profesión. Obviamente, al que le venga el diagnóstico, que lo asuma. Pero hay profesionales de la salud que deben dejar de enfermar el presupuesto familiar de los chilenos, especialmente de los más modestos.
Raúl Rojas, Periodista, Académico y Escritor.