Arturo Gardoqui, un poeta maldito en Chillán
En Ñuble, esto se reflejó en el Turismo, pues las pernoctaciones cayeron 15,1% en el mes de octubre, principalmente por el menor arribo de turistas nacionales, cifra que bajó 18,3%. El joven poeta Absalon Baltazar logra transportarnos a hermosos parajes a la luz de su mirada.
Arturo Gardoqui Bilbao (1898 - Chillán 1948), poeta y cronista. Sabemos que se avecindó desde muy joven en la ciudad de Chillán y se quedó allí para siempre. Realizó sus estudios de preparatorias y de humanidades en el Liceo de Hombres de Chillán (hoy Liceo Narciso Tondreau). Gardoqui, siendo un joven, comenzó a escribir a menudo en la prensa local, en los diarios El Día y otros. Desde esas tribunas, realizó crítica literaria, notas y aportó su poesía, bajo el seudónimo de Absalon Baltazar. Se relacionó en el Círculo de Arte del Liceo, creado por el rector, Narciso Tondreau, con el escritor Rafael Maluenda y muy cercano de jóvenes como: Tomás Lago, Alfonso Lagos Villar y Marta Brunet.
El poeta llevó una vida bohemia, llena de vicisitudes y episodios anecdóticos. Su obra quedó dispersa en artículos de los diarios, su poesía en gran parte perdida en su azarosa vida. Se sabe de una única publicación de un libro en 1922, titulado: El Imperio desconocido (no encontrado aún).
Tomás Lago lo defiende ante una crítica de Eugenio Labarca, otro joven escritor chillanejo contemporáneo y nos narra que el poeta a veces dormía en un sofá en el edificio del diario en que trabajaba, más ninguno de sus cercanos, ni Lago, ni Brunet refieren en sus escritos, si éste contaba con familia en la ciudad.
En unas crónicas escritas en el verano de 1923 para un diario local, medio en el que trabajó hasta su muerte, Gardoqui, nos entregó un bien trabajado escrito, con la descripción del viaje a las termas desde la estación de Recinto hasta el balneario. Se puede apreciar en ella, la visión del joven poeta Absalon Baltazar, quien logra transportarnos a esos hermosos parajes a la luz de su mirada.
Cuando Gardoqui era adulto, vivió un tiempo con la inglesa Nancy Cunard, amiga de Pablo Neruda. Este último, señaló en sus memorias Confieso que he vivido, que el vate chillanejo tenía talento. Un día del verano de 1948, Gardoqui fue encontrado muerto en una calle de Chillán Viejo y fue sepultado en el cementerio de la ciudad. Hace unos años, recorriendo el Cementerio Municipal de Chillán, un día gris de invierno encontré su tumba por azar. Es un nicho en altura en el Patio uno, sector I, costado poniente del camposanto. Tiene aspecto de largo abandono, solo se lee su nombre en una angosta franja horizontal de mármol gris.
Considero que, Arturo Gardoqui, se merece una lectura poética en su nombre, una romería de los escritores a su tumba, una investigación y recopilación de su obra dispersa en los diarios, ser incluido en alguna antología de poetas malditos, una de estos o todas los anteriores, para seguir viviendo en Chillán, ciudad que conoció de sus sueños de muchacho y al que identificamos solo a través de sus crónicas, poesía y la descripción de sus amigos literatos.
Alicia Romero Silva. Licenciada en Historia.